La libertad de expresión no consiste en el ‘derecho a la homofobia’

La futura Ley LGTB que pretende sacar adelante la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales se enfrenta a un momento crucial en su proceso de aprobación: desde la izquierda se alzan voces críticas contra el texto, poniendo en riesgo no solo un avance fundamental en el reconocimiento de los derechos de las personas no heterosexuales, sino vulnerando todo el discurso que garantiza la protección de las minorías.

Bien es cierto que el desarrollo de esta nueva Ley, que supondrá un hito activista a la altura de la aprobación del Matrimonio Igualitario, ha tenido que superar diferentes escollos; y es algo comprensible, pues el texto legislativo supone un avance de tal calado que requerirá de un gran esfuerzo didáctico por parte del movimiento activista para ser bien entendida su necesidad. Bien es cierto, igualmente, que quizá no sea la estrategia adoptada por la FELGTB la que yo considere más acertada en este punto, y que quizá hubiera sido preferible priorizar una reforma del Código Penal que condenase con vehemencia los delitos de odio, en general, y concretar luego una ley específicamente LGTB. Pero lo que no es permisible es que, como ya resulta demasiado frecuente, se equipare el discurso en defensa de los Derechos Humanos con una mal entendida ‘libertad de expresión’ que consiste única y precisamente en conculcar esos Derechos Humanos. Y eso es lo que está sucediendo ahora con nuestra Ley LGTB.

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La cultura de la homofobia (y cómo acabar con ella)

Editado por Egales, Madrid-Barcelona, en 2016.

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¿Qué es realmente la homofobia? ¿Cuál es su origen? ¿Quiénes son sus culpables? Años después del Matrimonio Igualitario, cuando podría parecer que hemos alcanzado la igualdad para lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, nos siguen llegando noticias de agresiones. Las reformas legales son imprescindibles, pero no suficientes para cambiar todo un contexto cultural que sigue privilegiando una sexualidad sobre el resto. Para erradicar la violencia necesitamos reflexionar profundamente sobre ella. Solo así será posible responder a la pregunta clave: ¿qué podemos hacer para acabar con la homofobia?

En el Prólogo de José Luis Rodríguez Zapatero, el expresidente dice sobre el libro:

 «Con un estilo ágil y brioso, con rigor en la argumentación, incorporando y asumiendo la óptica insustituible de los perjudicados, de las víctimas, esta obra es una elocuente llamada a esa perseverancia, a considerar que la lucha por los derechos es una lucha incesante, una lucha sin fin, sobre todo cuando se alza frente al muro de patrones culturales de imposición seculares. […] En este sentido, La cultura de la homofobia es un aleccionador aldabonazo frente a cualquier tentación de complacencia o pasividad.»

Sobre este libro se ha dicho:

Reseña en La Pluma Invertida.

Reseña de lucasfh1976.

Reseña de la presentación en Barcelona, en La Pluma Invertida.

Reseña de la presentación en el Maspalomas Pride, en Cáscara Amarga.

Entrevista en Wisteria Lane (RNE).

Entrevista en El canto del grillo (RNE).

Entrevista en La voz de Galicia.

Entrevista en Diario de Ibiza.

Entrevista en Apoyo Positivo.

Entrevista en Indetectables.

Entrevista en Gacetín Madrid.

Puedes encontrarlo aquí.

¿Realmente la educación puede erradicar la homofobia?

Empieza el nuevo curso y con él vuelven las campañas de sensibilización sobre Diversidad Sexual y de Género en centros escolares. Esta misma semana Arcópoli, la asociación LGTB de referencia en la Comunidad de Madrid, ha lanzado su campaña contra el acoso escolar homófobo. Y aunque pueda parecer sorprendente, si bien la reivindicación educativa es ya clásica en nuestro movimiento en defensa de los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, es necesario preguntarse si realmente es productiva la educación en la lucha contra la intolerancia.

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Homofobia imprudente: misteriosa multa en el Orgullo

Botella se marchó, pero las multas se quedaron. Por fin, y tras un complicado silenciamiento, esta semana se ha hecho público que en el Orgullo de 2015 el Ayuntamiento de Madrid, como ya es casi tradición, sancionó nuestras reivindicaciones. Porque hacemos demasiado ruido. Eso sí, algo ha cambiado esta vez: ahora no son sólo los empresarios que organizan nuestras fiestas quienes recibieron la multa municipal: por primera vez en la historia del Orgullo las entidades que convocan la marcha también han sido condenadas.

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