¿Qué hacemos con el Partido Popular?

Una de las pequeñas historias que circulaban durante el último Orgullo por los diferentes mentideros de que dispone el activismo en defensa de los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales y que más debate interno provocó era la que colocaba a Ángel Garrido, número dos de Cristina Cifuentes en la Comunidad de Madrid, mendigando un espacio en la cabecera de nuestra manifestación. Resultó necesario incluso un comunicado de las entidades organizadoras de la marcha desmintiendo que el diputado regional del Partido Popular fuera a estar presente en la pancarta principal, como éste había anunciado a través de Twitter, pues pese a que la nueva responsable del Gobierno Regional de Madrid comenzara el desempeño de su nueva responsabilidad colocando en el balcón de la Presidencia de nuestra Comunidad la bandera arcoíris, se señaló cómo la trayectoria histórica de su partido para con nuestros derechos requería de un mayor compromiso que nos hiciera olvidar los muchos errores que han cometido los populares de manera recurrente en sus años de gobierno y oposición. Dejando a un lado que el gesto de colocar la bandera también lo hizo la nueva alcaldesa de la Ciudad de Madrid, Manuela Carmena, sin que se conozcan en su trayectoria otras actuaciones ni a favor ni en contra de los derechos de las personas no heterosexuales, si bien ello no fue impedimento para que fuera invitada a pronunciar un discurso -quizá demasiado largo y demasiado liberal, por lo individualizador- en el mismísimo escenario de fin de manifestación, tal vez por esta permisividad que se ha instaurado hacia cualquiera de las acciones e inacciones de los miembros de Ahora Madrid, incluso para los más desafortunados errores tuiteros; nacen aquí dos cuestiones cuya respuesta puede arrojar luz al debate de cómo debe comportarse el movimiento en defensa de los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales con el Partido Popular. En primer lugar y teniendo muy en cuenta que al Orgullo, como a cualquier otra manifestación, puede sumarse quien quiera, cabe preguntarse por qué el señor Garrido necesita un puesto en la pancarta de cabecera para poder asistir a nuestro Orgullo… Uno podría pensar que su interés no es el apoyo a nuestras reivindicaciones sino la obtención de una bonita fotografía que más tarde pudieran utilizar los asesores en materia LGTB del Partido Popular para disimular esas muchas afrentas a nuestros derechos a las que nos tienen acostumbrados, como si unas pocas imágenes fueran suficientes para fregar las muchas manchas que su gaviota o charrán ha dejado caer sobre nuestra dignidad. Y así, resuelta la primera cuestión, hemos de plantear la segunda pregunta: si hemos de esperar a que el Partido Popular cambie su actitud, tal como se señala para considerar su participación «oficial» en el Orgullo, ¿estamos seguros de que es posible que el Partido Popular cambie y se comprometa con la defensa de nuestros derechos?

Si nos mostramos tan benevolentes como ahora se estila con algunas formaciones políticas, como decía más arriba, y queremos hacer borrón y cuenta nueva olvidando los errores que el Partido Popular cometió en el pasado, aunque resulte especialmente difícil no recordar esos siete años de espera para confirmar nuestro derecho a contraer matrimonio a los que nos condenaron una serie de diputados y diputadas populares, algunos de cuales ocupando aún hoy puestos de responsabilidad en diferentes instituciones; es preciso señalar que desde el mismísimo día de la manifestación en que Ángel Garrido andaba buscando su espacio en nuestro Orgullo hay nuevos y peores agravios hacia todas las personas que no somos heterosexuales. Porque esa misma mañana del 4 de julio Concepción Dancausa, Delegada del Gobierno en Madrid, no puso ningún impedimento a la concentración de ultraderecha que se produjo en la plaza de Olavide con el tema central de atacar nuestra dignidad como personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales; error del que la señora Dancausa debió tomar conciencia cuando actuó contra la repatriación a Nigeria de Henry O., quizá tratando de que esta acción comprometida con nuestros derechos diluyera su responsabilidad al permitir la difusión de un discurso más que posiblemente delictivo que pone en riesgo el desarrollo de los mismos derechos que entonces parecía defender.

Este relativismo Popular que les hace posible sostener posicionamientos tan dispares se convierte en algo digno de análisis en el momento en que observamos cómo argumentan sus planteamientos. Y así llegamos a otro error que han cometido esta semana, al negarse a votar a favor de la iniciativa que presentaba Purificación Causapié, en nombre del Grupo Municipal Socialista del Ayuntamiento de Madrid, para cambiar el nombre a la ya antigua plaza de Vázquez de Mella y darle el nombre de nuestro referente Pedro Zerolo. Votaron a favor PSOE, Ciudadanos y Ahora Madrid, que debe llevar a cabo el cambio en la denominación de la plaza, pues ha sido aprobado en el pleno municipal por amplia mayoría y no le es posible ceder ya a las presiones de la muy particular Asociación de Vecinos de Chueca, que a posteriori solicita otro espacio y consulta previa obligada; si bien el Partido Popular se posicionó en contra arguyendo el coste económico, que no debió preocuparles cuando dieron, entre otras muchas, el nombre de Margaret Tatcher a una plaza del distrito de Salamanca.

Pero el suceso de más gravedad en esta nueva historia del Partido Popular que hemos de trazar para saber si es digno o no de encabezar una manifestación en defensa de nuestra dignidad nos lleva hasta el municipio madrileño de Villaconejos, donde este martes su alcalde, Adolfo Pacheco, miembro de este partido, a la pregunta de por qué se negó a colgar en su Ayuntamiento la bandera arcoíris respondió argumentando que él se muestra igual de «condescendiente» -término que habría que analizar detenidamente- con la Diversidad Sexual y de Género que la concejala socialista que le preguntaba, a lo que añadió, y cito literalmente, «tú imagínate que hay aquí un grupo neonazi y me dice que ponga la bandera esvástica en una de sus fiestas«. Este personaje, que gobierna en minoría con el beneplácito de Izquierda Unida, que no quiso apoyar una candidatura socialista, se excusó al día siguiente, tras el revuelo que provocaron sus desafortunadísimas palabras y la petición de su dimisión por parte del PSOE y las Juventudes Socialistas del municipio, con un comunicado donde recogía que tiene «buenos amigos y amigas gay y lesbiana» (sic) y que no colgó la bandera porque no se trata de una insignia oficial, ignorando que internacionalmente hace décadas que fue reconocida como tal. Dejando a un lado el texto de su disculpa, que manifiesta un desprecio por la gramática del castellano semejante al que manifiesta su firmante por los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, es preciso valorar que el señor Pacheco haya comprendido su error, o al menos la necesidad de pedir perdón por haberlo cometido, si bien algunas equivocaciones sólo se compensan con la dimisión. Si pedimos que el alcalde de Villares del Saz abandonara su cargo cuando se refirió a la portavoz del PSOE en Castilla la Mancha tan inadecuadamente, si en su día pedimos que ciertos concejales del Ayuntamiento de Madrid hicieran lo mismo al descubrir que en redes sociales atacaban los derechos de minorías religiosas y de las mujeres, debe ser la misma nuestra exigencia para este caso, y Adolfo Pacheco debe abandonar la alcaldía, y su partido expulsarle de sus filas, para dar muestra de un verdadero compromiso con los derechos de la Diversidad Sexual y de Género. Porque además en este caso el agravio no es sólo directo sino también comparativo. Al relativizar, como acostumbra su partido, el señor Pacheco equipara un movimiento en defensa de los Derechos Humanos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales con una ideología que provocó la muerte de miles de personas no heterosexuales en los campos de concentración nazis y esterilizó a casi medio millón de hombres homosexuales y bisexuales con la esperanza de «curarles» de su diversidad. Aunque haya voces interesadas en igualar discursos, entendiéndolos como opuestos y argumentando que permitir uno de ellos implica que también sea posible el otro, no hemos de cansarnos en señalar que en nuestro modelo de sociedad caben todas las personas, mientras que en el falsamente presentado como contrario se excluyen algunas, como solía señalar nuestro Pedro Zerolo.

Así vemos que el Partido Popular, aunque nos diga que quiere cambiar y ganarse su derecho a encabezar nuestra manifestación en defensa de nuestros derechos, de momento dista mucho de estar siquiera comprometido con el verdadero entendimiento de cuáles son nuestras reivindicaciones. Si pueden cambiar o no dependerá de cuán integradas estén su homofobia, su bifobia y su transfobia en la que nos presentan como su ideología. Sigamos siendo implacables exigiendo compromisos certeros y demostrables -para todas las fuerzas políticas, olvidando cualquier seductora moda que propicie la ceguera permisiva-, y que cada cual reflexione y analice si, como en la fábula, el aguijón contrario a nuestros derechos forma parte de su naturaleza.

Publicado en Cáscara Amarga el 25 de julio de 2015.

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