Mientras ayer mismo Finlandia aprobaba por fin el Matrimonio Igualitario, Andorra se dispone a aprobar una regulación para parejas del mismo sexo que convierte a este pequeño país cercado por la Igualitaria España y la -algo menos- Igualitaria Francia en un paraíso de la discriminación. Porque la ley, si bien resulta un avance frente al vacío jurídico absoluto, queda muy lejos de las reivindicaciones del colectivo Gay MZ Andorra, que buscaba el Matrimonio Igualitario -apoyado por el 70% de la población-, ya que no sólo emplea una terminología diferente si la unión se celebra entre personas de distinto o del mismo sexo, sino que otorga diferentes derechos dependiendo de la composición de la pareja. La FELGTB ya ha valorado muy negativamente la iniciativa del Gobierno del Principado, que apuesta de manera muy cobarde por la discriminación en lugar de mostrar valor impulsando el Matrimonio Igualitario; y algunos colectivos como Arcópoli han enviado su apoyo al trabajo del activismo de Andorra.
Y esta misma semana son noticia dos matrimonios. Por un lado encontramos el caso de John Smid, divorciado de su primera mujer hace treinta años cuando asumió su homosexualidad y luego, motivado por su fe religiosa, militante del grupo homófobo Love in Action -que afirma «curar» la homosexualidad a través de la oración-, donde contrajo nueva unión con otra mujer; que tras haber abandonado la secta en 2008 nos ha sorprendido con la celebración de un nuevo matrimonio en Oklahoma, esta vez con otro hombre, Larry McQueen, junto a quien ha conseguido conciliar su sexualidad con su religiosidad y fruto de ello, ha fundado el colectivo LGTB Grace Rivers.
Y encontramos también la noticia de que Oriol Nolis, recientemente despedido como presentador del Telediario Fin de Semana de Televisión Española, tristemente famosa ahora por su prohibición de mostrar en pantalla parejas homosexuales, como supimos desde que comenzó la emisión de ¿Quién manda aquí?; ha aprovechado la libertad que le supone su cese como responsable de los informativos para presentarnos a su marido, el también periodista Francesc Soler, a través de un sencillo twitt lleno de visibilidad y que supone, a escala micropolítica, toda una revolución. Esta liberación de Oriol Nolis, que es posible que haya tenido que esperar a su cese en la ahora retrógrada Televisión Española, gracias a las maneras caciquiles del Partido Popular, y el hecho de salir del armario públicamente de manera tan sutil me hacen pensar cómo conjugar vida pública y privada cuando la sombra del armario se cierne sobre nosotros.
Siguiendo de lejos el maravilloso Queer in America. Sex, the Media and the Closets of Power de Michelangelo Signorile, sobre el que más tarde volveré, es preciso considerar en primer lugar cómo es posible que demos tanta importancia a una acción tan sencilla como la de Oriol Nolis: a diario cientos de miles de parejas publican cientos de miles de fotografías inmortalizando cientos de miles de encuentros. Pero la inmensa mayoría son parejas heterosexuales y, dentro de las parejas del mismo sexo que podamos encontrar, muy pocas, casi ninguna, tiene entre sus componentes una persona de relativa relevancia pública. La foto de Oriol nos interesa porque se escapa de lo habitual, no estamos acostumbrados, por desgracia, a que dos hombres más o menos célebres acudan juntos a una gala benéfica y se fotografíen cogidos de la mano, orgullosos de su matrimonio. Es interesante, en segundo lugar, el gesto de la imagen: Oriol y Francesc aparecen fuertemente cogidos de la mano. Lógico, me dirás, pero en absoluto. Si se tratara de un matrimonio heterosexual no sería necesario ningún refuerzo para que quedara claro que se trata de una pareja. Una señora y su marido pueden ir juntos a cualquier parte, sin ninguna muestra de su vínculo, y los medios fácilmente dirán que Mengana aparece en tal sitio acompañada de su marido… pero si Oriol no hubiera cogido a Francesc de la mano los medios quizá no habrían sabido cómo afrontar esa imagen: dos hombres juntos, en nuestro imaginario, siguen siendo aún sólo dos hombres, uno al lado del otro. No habría sido extraño encontrar un titular que nos informara de que «Oriol Nolis aparece en la Gala contra el VIH acompañado de un primo suyo de Cáceres», como en la canción de Serrat. Y olvidarían que en esa canción sigue un importantísimo verso: que ése es el primo «que le descubrió el amor», porque quizá los responsables de la redacción creyeran que aunque fuera evidente la relación afectiva no es competencia suya hacer outing al periodista cesado. Pero no comprenden que con ese miedo frente a una acción tan natural, reforzada además con el gesto de las manos y el twitt, por si quedara alguna duda, están ejerciendo sobre nuestro Oriol el inning, consistente en devolver al armario, contra su voluntad, a quien ya es totalmente visible. La conclusión es clara: para una persona no heterosexual resulta muy difícil hacerse visible, salir del armario, pero es igualmente complicado seguir siendo públicamente lesbiana, gay, bisexual o transexual, porque existe una suerte de inercia heterosexual que devuelve al armario a cualquiera si no se compromete con la visibilidad de tal manera que de manera continua esté manifestando su separación de la heteronorma. Un absoluto calvario que nos obliga a salir de nuestros armarios no sólo una vez, sino a hacerlo de manera diaria, a cada minuto, con cada latido. Para que no se olviden de nuestra sexualidad heterodoxa cada respiración tiene que significar que no somos heterosexuales y además nos será preciso reforzar el grito continuado de nuestra visibilidad a través de cientos de pequeños gestos, twitts y apariciones públicas. De esta manera la revolución que supone afirmarse como lesbiana, gay, bisexual o transexual no es una revolución puntual, concentrada en un solo día: es una revolución permanente.
¿Y para qué sirve esta revolución? Este jueves cenaba con un amigo al que le costó dar el paso de la visibilidad y a quien me temo que no supe ayudar adecuadamente. Le comentaba un texto de Didier Eribon sobre las diferentes formas de ser gay, ya que él en su día optaba por la tan manoseada discreción mientras yo le invitaba a gritar la realidad a los cuatro vientos. El autor, uno de mis preferidos, nos recuerda en sus Reflexiones sobre la cuestión gay cómo esa discreción no hace sino reforzar una visión de la heterodoxia sexual complaciente con la dominación a que se ve sometida. Signorile por su parte, en el Queer Manifesto que cierra su libro, nos recuerda que estar en el armario no es una decisión libre, porque todo un sistema de dominación nos ha empujado desde siempre a no poder mostrarnos tal como somos; y, más lejos aún, afirma tajantemente que no existe el derecho al armario: el armario es un escudo frente a la discriminación más que posible, pero cuando nuestra visibilidad no puede suponernos problema alguno se convierte en una obligación ética, porque visibles somos más felices y porque visibles ayudamos con nuestra felicidad a que otros y otras caminen hacia la suya propia. Hoy mi amigo empieza a mostrar su realidad sin problema, cada vez más libre, cada vez más feliz. Y sin duda alguna lo ha conseguido gracias a su muchísimo valor, y al valor de muchas personas que antes de él han sabido ser libres, visibles y felices, y convertirse en referentes. Gracias, Oriol, gracias, Francesc, por vuestro ejemplo. Gracias por ayudar a tanta gente con el sencillo gesto de vuestras manos: vuestra sonrisa es la sonrisa de todos nosotros.