La Magdalena no quiere ser puta (una postura sobre la prostitución)

Cuando los hombres y mujeres socialistas nos enfrentamos al tema de la prostitución nos encontramos siempre frente a la diatriba entre el modelo abolicianista y el regulacionista. El primero, que es el que aquí defiendo, tiene como objetivo último erradicar el comercio de cuerpos con fines sexuales, en tanto la posición regulacionista persigue garantizar derechos para las personas que se dedican a la prostitución, considerándolos trabajadores. Partiendo de que ambos planteamientos comparten la necesaria lucha contra la trata de personas -que en lo que a prostitución se refiere, se estima entre el 90% de los casos, para los abolicionistas, y el 60%, para los regulacionistas-, expondré ahora los motivos por los que considero más acertado que, como socialistas, defendamos un posicionamiento abolicionista.

En primer lugar es preciso señalar que, en los muchos años en que se viene desarrollando este debate, tanto el modelo abolicionista como el regulacionista se han puesto en práctica en diversos países del mundo y, con ánimo científico, los resultados de la aplicación de las diferentes políticas implementadas pueden ayudarnos a decidir cuál es el más apropiado. Así, sabemos que en Suecia, donde hace años se implantaron medidas abolicionistas como multar a los consumidores de prostitución -bajo la premisa de que sin clientes no existiría el comecio sexual- y ofrecer a las personas prostituidas planes de reinserción laboral. De este modo Suecia ha conseguido reducir el número de mujeres prostituidas en un 66%, el de clientes en un 80%, y la trata de mujeres con este fin es cien veces inferior al número estimado en Finlandia. Todo un éxito, frente al modelo regulacionista, que se implementó en Holanda, donde ha aumentado la prostitución infantil, el tráfico de mujeres y niñas, la industria del sexo -en que aparece involucrado el crimen organizado-, y  la violencia contra las mujeres.

Por otra parte, puedo argumentar un razonamiento de ética socialista: si bien el regulacionismo suele reivindicar la libertad individual para que cada cual pueda dedicar su cuerpo al fin que elija, no dejo de preguntarme si una persona, haciendo uso de su libertad, no contribuye al ejercer la prostitución a que otras personas sean víctimas de trata, para poder ofrecerlas a los clientes que no pueden acceder al mercado de las personas libres, mucho más caro. Y hay que recordar que el Socialismo la Igualdad como objetivo prioritario, subeditando a ella el ejercicio de la Libertad. Por eso no podemos considerar socialista el uso individual de la libertad que limita directa o indirectamente la libertad de otras personas.

Por último, es posible apuntar un motivo económico: el negocio de la prostitución acostumbra estar relacionado no sólo con el crimen organizado, sino también con las posiciones políticas de ultraderecha, que se financian a través del comercio sexual. Es sabido que, por ejemplo, el que fuera en 2001 secretario general técnico de ANELA, la patronal de los locales de alterne, José Luis Roberto, fue nombrado en 2002 secretario general de España 2000. ¿Hemos de defender el negocio que posibilita la existencia de la extrema derecha en nuestro país?

Pero, dejando a un lado el éxito del modelo abolicionista, el imperativo ético de la Igualdad y el entramado económico que se esconde detrás de la prostitución, hagámonos una pregunta: ¿cómo es posible que haya que pagar por algo que es gratis? Ésa es la verdadera cuestión.

Publicado en El ala izquierda, revista de las Juventudes Socialistas de Madrid, nº 2.

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