El bosque tras las travestis

Uno empieza a cansarse ya de que, en medio de esta posmodernidad que nos devora, determinados debates se reproduzcan año tras otro en unas fechas muy determinadas. Y uno se cansa porque estos debates no aportan novedad alguna al desarrollo del discurso. Parece que simplemente lo zarandean tímidamente para que creamos que se mueve algo en unos movimientos sociales que, por desgracia, cada vez están más inmovilizados.

Para que parezca que seguimos al pie del cañón llevamos ya un tiempo comenzando el año con un debate sobre algo tan sumamente interesante como el vestido que ha tenido que ponerse Cristina Pedroche para seguir siendo la presentadora de las campanadas. Pero no parece que prestemos atención al conteo final de las mujeres que han sido asesinadas en situaciones de violencia de género: la lista más sangrienta y que debería encabezar los titulares de todos los periódicos se esconde para ceder terreno a un debate apasionante como el del vestido en cuestión.

Días después sigue otra discusión bizantina: la cabalgata de los Reyes Magos. Desde que el equipo de Carmena tuvo el increíble acierto de actualizarla y convertirla en un espectáculo moderno que estoy convencido de que apasionó a niños y niñas (salvo a aquellas a las que sus cerriles progenitores explicaron que debían odiar) la convocatoria del 5 de enero se celebra con la espada de Damocles de la derecha más rancia sobre las cabezas de sus Majestades de Oriente. Y miren ustedes que a mí, que soy un ateo recalcitrante, estos festejos me parecen bastante innecesarios por lo que tienen de subvención pública de unas creencias tan desfasadas como las cristianas; pero en lo que toca a las tradiciones populares soy comprensivo y entiendo que hay que saber disfrutarlas y adecuarlas a los tiempos que corren.

El debate de este año lo protagonizan tres travestis que aparecerán en la carroza organizada por el grupo Orgullo Vallekano. El colectivo, que supone un soplo de aire fresco a nuestro activismo madrileño, pretende involucrarse en todas las actividades que se llevan a cabo en el distrito de Vallecas aportando la parte correspondiente de la visibilidad sobre diversidad sexual y de género. Y como lo están haciendo muy bien han provocado una reacción patriarcal de lo más interesante, como ya sabrán ustedes. Cada paso adelante que dan los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales genera una respuesta de cierta gente que pretende que todo quede como estaba antes, y este año hemos descubierto que ese grupo de personas pretende que la cabalgata de los Reyes Magos sea fiel a «la tradición». Las redes sociales, que son los mentideros de nuestro tiempo, se han encargado de hacer crecer el globo hasta límites insospechados: a estas horas es difícil saber a ciencia cierta la verdad, con tantas informaciones cruzadas y encontradas. Sé, porque lo he visto hace poco, que una asociación ha pedido a un juzgado medidas cautelares para que la carroza no salga; y sé, porque lo hemos visto repetidas veces, que altos cargos de Partido Popular y Ciudadanos afirman estar completamente a favor de los derechos LGTB mientras reprochan que se hagan efectivos, en una paradoja de las que hacen época y más y más debates tuiteros.

Habría mucho que decir sobre la cuestión. Podría decirse que la ignorancia peca siempre de cierto atrevimiento y que reivindicar unos Reyes Magos fieles al credo cristiano implica, curiosamente, la propia desaparición de los Reyes Magos, que se inventaron muy recientemente y durante milenio y pico no fueron más que «unos sabios del Oriente». Pero, como supongo que no es a esta tradición a la que se refieren quienes tanto la defienden, deberíamos suponer que en realidad lo que sucede es que hay alguna gente que pretende mantener la «tradición» de la homofobia, y continuar excluyendo a toda persona que no se ajuste a los mandatos de la sexualidad y el género de la vida cotidiana de la ciudad. Podríamos hablar también de hasta qué punto se ha desvirtuado el ejercicio del activismo cuando encontramos a presuntos activistas enfebrecidos defendiendo las meteduras de pata de Begoña Villacís -que se ha revelado como perteneciente a la tradición de la exclusión social-, porque realmente me inquieta que haya quien se autodenomine «activista LGTB» pero considere el noble arte escénico del transformismo como algo que puede resultar ofensivo, tal como desvelan tantas y tantas declaraciones, tuits, entradas de facebook y demás.

Pero los temas realmente importantes en este debate sobre la posibilidad de que haya travestis vestidas de peluches en una de las muchas carrozas que acompañan a los Reyes Magos en su cabalgata son otros muy diferentes. Habría que detenerse a pensar en por qué hay tanta gente que sigue considerando que la visibilidad de determinadas realidades en perjudicial para niños y niñas, mientras año tras año no dejan de exponer sus sentimientos a una de las mentiras religiosas más crueles y retorcidas que haya podido idear el ser humano. Habría que detenerse a denunciar sin dejar pasar un minuto los cientos de salvajadas que mis buenas amistades del Orgullo Vallekano han tenido que escuchar: son ya muchas las amenazas que han venido recibiendo por llevar a cabo un trabajo tan noble como el de integrar a las personas excluidas de la vida pública biempensante en una de las convocatorias en las que solo debería evitarse la participación de las personas que odian a niños y niñas -y les obligan a educarse sin presupuestos públicos suficientes, por ejemplo-. Y sobre todo habría que no olvidar que tras los debates circunstanciales y recurrentes sobre cuestiones tan puntuales se esconden realidades increíblemente duras: el Observatorio Madrileño contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia recogió en 2017 cerca de 300 incidentes de odio en la Comunidad de Madrid. Detrás de los debates estériles que nos inmovilizan existe una verdadera tradición: la que pretende seguir discriminándonos. Hemos de aprender a defender cada batalla, por estéril que sea, sin apartar la mirada de nuestro objetivo final, y sin dejar ni un minuto de seguir adelante con nuestra reivindicación, por mucho que pretendan entretenernos.

Pero como también tenemos derecho al ocio y la expansión, vayamos por fin este año a una Cabalgata de Reyes donde ya estamos invitados a participar: os espero este viernes 5 de enero en Vallekas, a partir de las 18.00, desde Buenos Aires a Pacífico.

Publicado en Cáscara Amarga el 4 de enero de 2018.

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