Me preocupa que el World Pride se nos haya ido de las manos.
Llevo alrededor de una semana tarareando una canción de Marujita Díaz. Esa que dice «banderita, tú eres roja, banderita, tú eres gualda». Porque si has venido a Madrid para celebrar el World Pride habrás percibido que algo extraño ha pasado en nuestra ciudad. Nuestra banderita arcoíris, roja, naranja, amarilla, verde, azul y morada está por todas partes. Y cuando digo que está por todas partes es porque está en algunos sitios donde jamás creerías que podría haber aparecido.
La bandera arcoíris es una bandera importante. Lo es no solo porque representa la reivindicación de los derechos de una de cada diez personas. Lo es porque tiene un curioso efecto, casi mágico: consigue que esa persona sola, cuando la ve, se sienta más tranquila. Lo he comprobado varias veces. Yo llevo siempre un anillo con sus colores y han sido muchas las ocasiones en que un desconocido, al descubrir del arcoíris en mi mano izquierda, relaja la musculatura de la cara, e incluso sonríe. Además, si te has fijado en esta semana de Orgullo, nuestra bandera se ha convertido en una capa mágica. Son cientos los jóvenes y las jóvenas que la llevan anudada al cuello y, si Harry Potter tenía una capa de invisibilidad, esta es nuestra propia capa de visibilidad. La usamos como si sintiéramos que nos ofrece una protección especial: lejos de conformarnos con ser, como de costumbre, posibles víctimas, la bandera arcoíris nos convierte en posibles superhéroes.
Pero la bandera también se emplea de otras maneras. Desde hace ya muchos años, cuando Mili Hernández, la dueña de la librería Berkana, la trajo desde Estados Unidos, no solo aparece en las manifestaciones; también suele adornar las calles de Chueca cuando llega el Orgullo. Y estamos acostumbrado a usarla como decoración festiva, porque es nuestra bandera. Aunque de un tiempo a esta parte su uso ha empezado a cambiar. Como digo, este arcoíris tan nuestro aparece por estas fechas en lugares insólitos; y si en temporadas anteriores lo vimos en botellas de alcohol y publicidad de canales de televisión, este World Pride ha hecho posible que nuestra bandera LGTB aparezca en, quizá, más sitios de los que sería lógico y esperable.
Una amiga ha comenzado un tumblr dedicado únicamente a mostrar esos usos «interesantes» de la bandera arcoíris: tarjetas de crédito, ropa, bebidas alcohólicas… Y son especialmente interesantes los locales que exhiben nuestros seis colores a pesar de ser conocidos por una política empresarial que ignora, si no ataca directamente, nuestros derechos. Librerías arcoíris que venden libros para curar la homosexualidad, restaurantes de comida rápida que te regalan una corona arcoíris después de haberte expulsado del local por besarte con tu pareja del mismo sexo… Y mi favorito: el bar de Bertín Osborne, que se queja de que en nuestra España rojigualda no puede uno ya contar chistes de mariquitas, pero en cuya fachada ha aparecido también el arcoíris.
Me preocupa que el World Pride se nos haya ido de las manos. Que lo que antes era un símbolo de liberación, de auténtica emancipación que nos permitía superar tantos estigmas y mirar a los demás a los ojos, quizá incluso con una sonrisa, se haya convertido en una burda estrategia de marketing rebosante de hipocresía. Me preocupa que en el Tiger de la calle Carretas haya aparecido un «photocall Orgullo #FlyingTigerOrgullo», que la Santería Milagrosa de la plaza del Carmen haya montado una especie de Santa-Patrona-Arcoíris-Mágica, que una churrería de Jacinto Benavente haga churros con forma de corazón y de colores. Así me mandan fotos distintos amigos, escandalizados como yo lo estoy. Nos preocupa que, cuando pase el World Pride, todo lo que hemos conseguido hasta hora quede banalizado, y que los símbolos de un movimiento social con tanto potencial de transformación acabe como una anécdota colorida con la que seducir clientela.
La única esperanza es ese uso lleno de magia de nuestra bandera, esa juventud que se la ata al cuello y sale a la calle sin miedo. El futuro es vuestro. Que no os lo quiten.