‘Heterofobia’ y otros animales fantásticos (y dónde encontrarlos)

Nadie es agredido e insultado por ser heterosexual cuando camina por la calle dándole la mano a su pareja de otro sexo.

Como si estuviéramos viviendo dentro de una novela mala de la saga Harry Potter, esta semana ha llegado hasta nuestras pantallas la efigie tenebrosa de un interesante monstruo mitológico: la ‘heterofobia’. Y como buen mito que es, junto a tantos otros, esta particularísima bestia de ficción es utilizada por determinados sectores para tratar de entender una realidad que, ya que deja de discriminar sistemáticamente a una serie de personas, es incomprensible para otras que deben considerar que erradicar esa discriminación atenta contra su derecho a ejercer la violencia física, verbal y simbólica contra un grupo social que consideran enfermo, delictivo, pecaminoso, o todo esto mezclado. Por eso defienden que algunas de las reivindicaciones del movimiento en defensa de los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales son ‘heterófobas’, porque les quitan su ‘derecho’ a negar nuestros derechos. Vamos a pensar brevemente sobre lo que ha pasado esta semana.

 

El suceso ha sido ciertamente naïf, pero no por ello deja de resultar interesante observarlo con nuestras gafas rosas del pensamiento no heterosexual. El colectivo universitario RQTR colgó una pancarta en la Facultad de Sociología de la Universidad Complutense que decía «Hetero muerto, abono pa mi huerto», empleando el conocido recurso reivindicativo de performar la violencia como estrategia de denuncia, junto a una evidente inversión pretendidamente carnavalesca del eje dominador/dominado. Poco después se solicitaba la retirada de la pancarta, y la persona -supongo que ya ex- encargada de las redes sociales de la Universidad publica un tuit donde se explica que «Políticas retira pancarta heterofóbica. UCM reitera su rechazo a cualquier tipo discriminación [sic] por género u orientación sexual».

Con las gafas bien limpias y aguzando la vista encuentro dos problemas en torno a este asunto. En primer lugar nunca he creído productivo ese uso del discurso violento, ni aun cuando trata de emplearse como herramienta de reivindicación. Aunque era obvia la pretensión de que la pancarta moviera a la reflexión sobre la violencia que padecen las personas no heterosexuales, y no obstante el comunicado de la propia RQTR, que más que explicar ordenaba un «deconstrúyanse»; considero que responder a una práctica, sea homofobia, machismo, racismo, etc., que entendemos como violenta con un discurso igualmente violento, aun parodiándolo, no hace sino legitimar el uso de la violencia como estrategia, aunque sea evidente que lo que se persigue es poner en la picota la injusticia de esa práctica discriminatoria y no fomentar la discriminación. Además, y recuerdo de cerca el maravilloso libro de Ana de Miguel Neoliberalismo sexual, es interesante considerar que esa herramienta se emplea fundamentalmente en dos discursos reivindicativos: el feminismo y el activismo ‘LGTB’. Así esta filósofa reflexiona sobre la performatividad utilizada como denuncia del machismo, y concluye con mordacidad acerada que, en tanto que resultaría muy improbable descubrir al pueblo judío performando el exterminio que padeció bajo el Nazismo para denunciar su barbarie, tal vez no resulte verdaderamente productivo denunciar las atrocidades que llega a provocar el machismo llevando a cabo una performance paródica de la masculinidad que se exprese a través de esas mismas brutalidades, pues sólo se consigue perpetuar, a través de la reproducción, la vinculación de la violencia con la masculinidad. Pensemos en paralelo en nuestro caso: ¿alguien emplearía un lema como «gentil muerto, abono pa mi huerto» para defender al pueblo judío?

No obstante esto no es lo que más me interesa respecto a esta cuestión, sino que, en segundo lugar y de forma más urgente, creo pertinente hablar sobre ese mito de la ‘heterofobia’. Señoras y señores: la ‘heterofobia’ no existe. No hay que explicar mucho más. En ningún lugar del planeta te matan por ser heterosexual. En ningún lugar del planeta te niegan el acceso a los derechos fundamentales por ser heterosexual. Nadie debe confesar su heterosexualidad en un procedimiento ritual que a veces termina con que tus propios padres te expulsen de su casa. Nadie es agredido e insultado por ser heterosexual cuando camina por la calle dándole la mano a su pareja de otro sexo. No hay palabras que presenten la heterosexualidad como algo risible o abominable, pero hay miles que sí lo hacen y que se refieren a las personas no heterosexuales.

Pero, si la ‘heterofobia’ no existe, ¿qué se persigue cuando se condena la -inexistente- violencia que hacemos padecer a las personas heterosexuales? Otras bestias fantásticas de su misma especie pueden servirnos para comprenderlo. Por un lado tenemos el conocido e igualmente inexistente ‘hembrismo’, esa práctica fantástica que se supone que llevan a cabo unas malvadas mujeres, que se llaman ‘feminazis’ y, ya sabes, odian a los varones y se organizan en temibles aquelarres con la intención de dominar el mundo. Por otra parte, el temible ‘Plan Kalergi’, un inexistente y secretísimo programa que tienen escondido en algún sitio los judíos y que se propone acabar con la ‘raza’ blanca a través de la propagación de la inmigración y las mezclas ‘raciales’. Si no fuera por lo perjudiciales que son, ambos inventos serían hasta entretenidos, por demostrar hasta qué punto puede ser irracional la psique humana. Pero resultan muy dañinos, tanto que ponen en peligro cualquier avance social que elimine las trabas que encuentran las mujeres, las personas de etnias no blancas y religiones no cristianas para ejercer sus derechos.

Es precisamente esa su utilidad, y la misma tiene el discurso que denuncia una inexistente ‘heterofobia’: defender que cualquier cambio en el estado de las cosas, por muy discriminatorio que resulte para la parte dominada, resultaría perjudicial para la parte dominante. Pero aunque sea evidente el absurdo de tratar de demostrar la realidad de los imposibles ‘heterofobia’, ‘hembrismo’ y ‘plan Kalergi’, pues es delirante que haya quien pretenda reivindicar como un derecho su capacidad para ejercer la violencia sobre otras personas; el hecho de que estos discursos-basura hayan empezado a florecer justo ahora puede entenderse como un síntoma de que nuestro trabajo en defensa de los derechos humanos avanza adecuadamente. Nuestra lucha contra la homofobia, contra el machismo, contra el racismo y el antisemitismo ha convertido los lemas fundamentales de sus defensores en la estúpida denuncia de unos fantasmas en los que nadie con dos dedos de frente es capaz de creer. Son los últimos estertores del sistema que sustenta la discriminación y que huye hacia adelante de manera irracional.

Estamos ganando nuestras batallas. Prueba de ello, en el caso concreto de la Universidad Complutense, es que horas después del desafortunado comentario en redes sociales haya aparecido una nota aclaratoria de UCMentiende, donde se recoge que «el término ‘heterofobia’ no es oportuno ya que no existe la discriminación hacia las personas heterosexuales como fenómeno social».

Estamos ganando, y hemos de seguir avanzando en nuestro discurso, pues si quienes nos discriminan ladran es que cabalgamos. Pero evitemos hacer nuestro el ladrido, inventemos un canto nuevo y tratemos de no combatir la violencia con violencia, o será difícil convencer de que nuestra forma de entender las cosas es más justa y acertada. Para evitar que alguien confunda dominantes y dominados es mejor tratar de sonar de un modo distinto.

Publicado en Cáscara Amarga el 18 de diciembre de 2016.

 

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