Desde el 19 de febrero Alesandra Chanel, española de 36 años, y Sofía Janeiro, portuguesa de 18, están detenidas en Dubai. Son dos mujeres transexuales y en esa región del mundo donde todo lo puede el dinero, cuesta exactamente 2.000 dírhams (unos 486€) que “un hombre se disfrace de mujer”. No vamos a detenernos en explicar a las autoridades dubaitíes en qué consiste la transexualidad, porque no es posible perder ni un minuto y algo me dice que les iba a costar entenderlo. Dos mujeres transexuales llevan más de una semana en prisión porque no pueden hacerse cargo de una multa que les es impuesta simplemente por ser quienes son, y nadie ha hablado de ellas en el Debate del Estado de la Nación. ¿En qué nación se hablará entonces de ellas, de nosotras, lesbianas, gais, transexuales y bisexuales?
José Manuel García Margallo, el ministro de Exteriores español, quizá esté al tanto de que el 22 de enero Alesandra y Sofía fueron sorprendidas siendo tal y como son en el metro de Dubai. Puede que alguien en su ministerio tenga en la mesa una carpeta con sus nombres, esperando a que alguien le diga que es un asunto de máxima urgencia. Lo que no sabemos es por qué el señor ministro no ha dicho ni una palabra para tranquilizarnos, para asegurarnos de que va a intentar sacar a dos mujeres transexuales de la cárcel, para hacernos saber que España defiende los Derechos Humanos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales más allá de sus fronteras, como antes decía la página web del Ministerio. Bueno, sí lo sabemos: porque su tema principal esta semana es que está muy enfadado, celosón que es él, porque el expresidente Zapatero se ha encontrado con Raúl Castro en Cuba y, cuando el señor ministro anduvo por allí el presidente cubano no quiso recibirlo. Habrá quien se preocupe por nuestro pobre ministro y su rabieta, pero yo no dejo de pensar en cómo están viviendo en una cárcel dubaití dos mujeres trans que fueron detenidas en el metro de Dubai, que será precioso, pero desde luego no es un espacio seguro para personas trans. Y tampoco el metro de Madrid, no nos engañemos.
Hace ya una semana desde que se hizo pública la circular interna que animaba a los agentes de seguridad de Metro a perseguir a gais, músicos y personas que practican la mendicidad, y se hace difícil esperar –muchísimo- en el andén sin pensar cuál de todos los viajeros estará vigilando a dónde vas y de dónde vienes. Pero, como siempre gracias al activismo, los responsables de la persecución homófoba, aporófoba y musicófoba en el Metro de Madrid han sido apartados de sus funciones. Todo gracias al trabajo de los colectivos que, desde que corrió por las redes una grabación de una agresión verbal a dos jóvenes gais en un vagón de la línea 5, vienen reuniéndose con distintas entidades para convertir el suburbano en un espacio seguro. Así hemos visto a Arcópoli reunirse hace ya tiempo con UPyD y con el Partido Socialista de Madrid y, con la noticia de la nota interna que trataba de recuperar la antigua Ley de Vagos y Maleantes, se han acelerado las acciones. El pasado domingo Cogam organizó una besada –acción reivindicativa que antiguamente disponía de mucha fuerza para condenar las agresiones más graves, pero que ahora se ha visto empobrecida, pues prácticamente en cada fin de mes se celebra una y se ha convertido en cotidiana y sistémica-; el lunes los colectivos se reunieron con la dirección de Metro y con los responsables de su sección en UGT, para encontrarse finalmente Arcópoli el viernes con los encargados de marketing y marca de Metro de Madrid y empezar a trazar una campaña, tras una extraña reunión el jueves con Marisa Moreno, diputada en la Asamblea de Madrid por Izquierda Unida, el último de los partidos en sumarse a este trabajo de meses contra la homofobia, bifobia y transfobia en el Metro y el que peor ha tratado la cuestión. Supongo que por algún error -porque de no ser así el asunto sería escandaloso-, la noticia de esta reunión, ya posterior al compromiso de la dirección de Metro de Madrid, con una vistosa rueda de prensa, consistía en destacar la participación y las propuestas de Izquierda Unida en la condena de este suceso, no en el trabajo que se llevaba tanto tiempo realizando y que ya había dado sus frutos. Será un error, claro está. O será que cada cual agoniza como puede.
Pero antes incluso de que Izquierda Unida decidiese enviar a esta diputada, que nunca ha presentado ninguna iniciativa sobre derechos de personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, a reunirse con los colectivos, se produjo una interesantísima reunión entre Arcópoli y doña Carmen Pérez Anchuela, responsable de Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid, cuya dirección general es la que aporta a una entidad privada el presupuesto para el mantenimiento del Programa de Información y Atención LGTB de la Comunidad de Madrid –hasta hace unos días Información y Atención a Homosexuales y Transexuales, que con la llegada de las elecciones el voto bisexual debe ser clave para el Partido Popular…-, del que ya conocemos la extremada precariedad con que tiene contratados a sus trabajadores. Creo imprescindible señalar que en dicho encuentro la señora Pérez Anchuela recomendó al colectivo que, para tratar el problema de las agresiones a personas no heterosexuales de las que venimos hablando meses, ya que el tema queda fuera de su ámbito, que no es otro que el meramente asistencial, debían dirigirse a la Dirección General de Inmigración. De este modo resulta que no es que el Partido Popular nos deteste, no nos pueda ver ni en pintura y sea homófobo, bífobo y tránsfobo como no hay otro. No: es que en la Comunidad de Madrid lesbianas, gais, bisexuales y transexuales somos personas sin papeles.
Por eso me preocupa la situación de Alesandra y Sofía. No es posible asegurar que el Gobierno de España moverá cielo y tierra para resolver su situación porque ahora sabemos que el Partido Popular cree que, para disfrutar de una ciudadanía plena, con los derechos que de ella se derivan, deberíamos ser heterosexuales y cisexuales y no lo que somos. Alesandra es española, pero transexual. Para quienes nos gobiernan eso la convierte en menos española y, con ella, lesbianas, gais, bisexuales y transexuales no somos otra cosa que extranjeros en nuestra patria. España es un estado de derecho, pero católico -tantísimo que el BOE del martes 24 olía a sacristía-, y heterosexual. Otras regiones del mundo, otros países, se comportan de otro modo. Estados Unidos acaba de nombrar al hasta ahora cónsul en Holanda, Randy Berry, enviado internacional para la defensa de los derechos LGTB. Pero en España debemos ser conscientes de que no tenemos tierra, de que nuestros carnés de identidad son papeles mojados porque nuestras identidades no se adecuan a las que el Partido Popular espera que tengamos.
Frente a este destierro sexual sólo cabe preguntarse a quién acudir, quién defenderá a Alesandra y Sofía, quién se preocupará de nosotras cuando nos persigan en el metro, cuando nos insulten en las calles. El pasado fin de semana se celebró el VII Congreso de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Bisexuales y Transexuales. Tuve el placer de asistir para ver cómo eran votados Jesús Generelo y su equipo. Tenemos un Presidente, existe el Área Internacional de FELGTB. Alguien nos protege, alguien se preocupa por Alesandra y Sofía. A pesar de nuestra condena al exilio, de nuestra extranjería impuesta, no estamos solas.