Que los derechos de las personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales se han convertido en una materia de primer orden, para bien o para mal, en la mayor parte de los debates políticos ya es un hecho. Diariamente nos llegan noticias desde todos los rincones del planeta, buenas y malas, informándonos de la situación de las personas que no somos heterosexuales, que nos hemos convertido en una cuestión ineludible a la hora de elaborar políticas públicas, ya sea para perseguirnos o para reconocer nuestros derechos. La nuestra es una reivindicación que sirve como piedra de toque para analizar la ideología de un gobierno cualquiera, porque en nuestras reclamaciones se dan cita tantas líneas de actuación que sólo con saber cómo trata una región a la diversidad sexual y de género nos es posible radiografiar los planteamientos políticos de sus gobernantes. Así es claramente diferenciable Chile, que acaba de aprobar una Ley de Uniones Civiles, de Nigeria, donde se ha arrestado a doce hombres por andar planeando una boda entre dos de ellos; o de China, país en que se han vuelto habituales los matrimonios entre hombres gais y mujeres lesbianas, como medio para escapar de la presión heteronormativa. También nosotros y nosotras mismas nos hemos convertido en sujetos políticos, y son cada vez más, desde que Harvey Milk consiguiera su concejalía, las personas no heterosexuales que acceden o intentan acceder a cargos públicos, como sucede con Diana Sánchez Barrios, mujer transexual precandidata a ser diputada delegadional del mexicano Distrito Federal, con Benjamín Medrano Quezada, alcalde de Fresnillo, que tratará de ser diputado en la diputación de Zacatecas; y con el ruso Nikolai Alekseyev, que intentará obtener un escaño en la Asamblea Legislativa de San Petersburgo enfrentándose a Vitaly Milonov, impulsor de la ley contra la ‘propaganda gay’ aprobada el pasado año. Deseándoles a todos y todas las candidatas a cargos institucionales mucha suerte porque, como decía Milk, es importante presentarse y ser elegido, siendo lesbiana, gay, bisexual y transexual, ya que así nos convertimos en referentes de otros muchos que vendrán, hoy quiero preguntarme por la difícil cuestión de cómo es posible aunar en un solo discurso nuestras reivindicaciones como personas no heterosexuales con las demás políticas que lleva a cabo cada uno de nuestros partidos, sobre todo cuando pueden darse casos, como sucede habitualmente, en que nos encontremos con intereses enfrentados entre unas y otras. Para ello nada mejor que las recientes elecciones en Grecia, donde la izquierda radical de Tsipras ha conseguido hacerse con el gobierno de la nación.
Hemos escuchado esta semana en repetidas ocasiones que la griega es una sociedad muy conservadora. El reconocimiento de derechos para personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales está prácticamente por comenzar. Aún existe, por ejemplo, la diferenciación en la edad de consentimiento legal para mantener relaciones sexuales: se puede ejercer como heterosexual a partir de los 15 años, pero hay que esperar a los 17 para no ser heterosexual. A esto se le unen las frecuentes agresiones por parte de grupos vinculados al partido ultraderechista Amanecer Dorado, y varias noticias que evidencian lo difícil de la situación griega: en 2012 la cadena pública NET censuró un beso entre dos hombres en la serie Downton Abbey, y se vio obligada a reponer el capítulo incluyendo la escena eliminada, ante las protestas de, entre otros, Syriza, que condenó el suceso por su homofobia. Encontramos también el caso de Petros Tatsopoulos, diputado de Syriza ese mismo año, que para defenderse de las acusaciones de Amanecer Dorado, que lo tildaba de homosexual, afirmó que «se había acostado con media Atenas», provocando entonces el enfado de mujeres y homosexuales, ofendidos por sus palabras, de las que tuvo que desdedirse el político manifestando que habría estado muy orgulloso de ser «marica», aunque no lo fuera ( http://www.cascaraamarga.es/politica-lgtb/lgtb-internacional/3643-petros-tatsopoulos-comentario-homofobico.html ); y la amenaza que en 2013 profirió el obispo de El Pireo a los diputados griegos, advirtiéndoles de que serían excomulgados en caso de que apoyaran el Matrimonio Igualitaro, precisamente después de que Grecia fuera condenada por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo por diferenciar los derechos de hétero y no heterosexuales en su regulación de las uniones de hecho. Ésta es la Grecia que va a gobernar Alexis Tsipras, en quien habían puesto sus esperanzas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales. Pero ya han saltado las alarmas.
Fue en los últimos días de campaña cuando el líder de Syriza, que en su programa electoral defendía tanto el Matrimonio Igualitario como la Adopción Homoparental, se desdijo de su apoyo a la adopción, argumentando que sobre este asunto no hay consenso en la comunidad científica. La justificación a sus declaraciones fue muy rápida: «Grecia es un país muy conservador», pero también en España nos encontramos en su momento con ese problema del consenso científico y, si el Presidente Zapatero tuviera que haber esperado a que Aquilino Polaino, ese «experto» llamado al parlamento por el Partido Popular, hubiera cambiado de parecer y se hubiera unido a las manifestaciones del Orgullo LGTB es más que posible que hoy no disfrutáramos, aun siendo tan difícil, de la posibilidad de adoptar en pareja. Negar cualquier derecho no puede justificarse por el conservadurismo de una sociedad, precisamente porque la política consiste en el arte de correr riesgos para transformarla. Sí pueden, en cambio, explicarse determinadas decisiones como estrategias para acercarse a un determinado electorado «más conservador».
Días después, con un Alexis Tsipras victorioso, observamos preocupados la formación de su gobierno. Y es que para compensar los dos escaños que Syriza necesitaba para alcanzar la mayoría absoluta había elegido, de entre todos los posibles socios de gobierno, a Griegos Independientes, una escisión de Nueva Democracia caracterizada no sólo por el oportuno escepticismo europeísta, clave para los planes contra la troika del partido de izquierda radical, sino también por su ideología enmarcable en la derecha más reaccionaria: xenofobia y homofobia son tristemente dos de las constantes de ANEL. La preocupación aumentó cuando nos enteramos de que podía convertirse en viceministro Nikos Nikolopoulos, uno de los integrantes de este partido conocido por tuitear de forma insultante “¡¡De la Europa de los estados nación a la Europa de los maricas!! ¡¡El Primer Ministro de Luxemburgo se comprometió con su amado!!” cuando conoció la noticia del próximo enlace de Xavier Bettel el 27 de agosto de 2013, lo que provocó cierto conflicto diplomático, agravado con una carta que publicó a continuación el recalcitrante diputado griego, denunciando la «agenda gay» que busca permitir la pedofilia y zoofilia. Ahí es nada.
Finalmente este energúmeno no obtuvo ninguna responsabilidad gubernativa, y parece ser, según cuentan los mentideros de Twitter, que precisamente por su causa se retrasó el anuncio de la nueva composición del gobierno griego. Había que reconocer entonces el valor de Tsipras, si es que fue el perfil homófobo de Nikolopoulos el que provocó que fuera vetado, pero una nueva decepción hizo arder las redes entonces: ni una sola mujer en el Gobierno, sólo seis en puestos secundarios. #SinMujeresNoHayDemocracia se convirtió en el leiv motiv de la tarde del martes en España, pero rápido llegaron las justificaciones. De nuevo, «Grecia es una sociedad muy conservadora». Así trató de defender a Tsipras en el programa Hora 25 el candidato de Izquierda Unida Alberto Garzón, que días antes había hecho suyas las palabras de Antonis Sigalas, activista por los derechos de la diversidad sexual y de género y encargado de la comisión de derechos de Syriza, compartiendo con él la idea de que éste tema que nos ocupa «no es un tema prioritario». Si bien la ausencia de mujeres en puestos relevantes del Gobierno de Alexis Tsipras consiguió la censura de toda la izquierda española, me resulta preocupante el intento de justificación de la consideración de que los derechos de las personas no heterosexuales no constituyen un asunto prioritario por parte de feministas e importantes activistas por los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, incluso por ALEAS, la rama LGTBI de Izquierda Unida, que el martes 27 hizo pública su felicitación al pueblo griego por la victoria de Syriza, defendiendo que las reivindicaciones LGTBI sean una prioridad para el nuevo gobierno y corrigiendo (!) las palabras de Alexis Tsipras sobre la Adopción Homoparental.
Resulta muy difícil militar en dos ámbitos. Es complicado actuar como activista por los derechos de las personas no heterosexuales y, al mismo tiempo, defender una ideología generalista. «Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo» (Mateo, 6:24), y así, quienes participamos de la defensa de los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales y militamos en un partido político, nos encontramos a menudo el dilema de cuál es nuestra verdadera prioridad. Recuerdo un tuit muy explícito sobre esta cuestión que decía «comer va antes que follar», y sobre el que poco puede añadirse, salvo que es evidente que, antes que la comida, quizá sea preciso defender la propia existencia. En 2012 Konstantina Kosmidou, presidenta de OLKE, el equivalente griego a nuestra FELGTB, lanzaba un grito desesperado a la comunidad internacional, lamentándose de las continuas agresiones que padecen lesbianas, gais, bisexuales y transexuales en Grecia:
«Nuestra sociedad nunca ha sido más homófoba que hoy en día. Y no me estoy refiriendo a toda la sociedad griega, que en su mayoría condena estos acontecimientos, sino a los pocos que debido a la crisis económica están tratando de no hacerse responsables de la difícil situación del país y vuelcan las causas en las personas inmigrantes, en general todos aquellos que les parecen diferentes, y por supuesto las personas LGTBI, en especial aquellas que son más visibles. […] Hemos decidido ayudar a las personas LGBTI para que consigan cursos de defensa personal para que aprendan a protegerse en caso de ser atacados. Pero, ¿qué otra cosa podemos hacer cuando el propio gobierno no puede controlar el fenómeno de la violencia contra las personas LGBTI? Se nos han agotado las ideas y acciones«.
Nuestras y nuestros iguales griegos están siendo masacrados y no disponen de ningún tipo de amparo legal. Claro está que hay que desear a Alexis Tsipras mucha suerte a la hora de tratar de solventar la crisis humanitaria que sufre Grecia, pero nunca a costa de nuestra seguridad. Como ciudadano de izquierdas espero la construcción de un Estado del Bienestar en la tierra donde una pareja de hombres, Harmodio y Aristogitón, ideara la democracia hace cientos de años; pero como gay reclamo la absoluta prioridad de que las personas no heterosexuales en el país helénico vean reconocidos sus derechos más básicos cuanto antes. No me creo capaz de justificar, de ser indulgente, con cualquier gobierno, del signo que sea, que permita que mi derecho a no ser agredido esté postergado hasta que el común de la población -heterosexual- vea reconocidos sus derechos. Porque soy de izquierdas pero antes de mi ideología está la propia constitución de mi ser político, en que mi orientación sexual juega una parte fundamental. No es posible priorizar unos Derechos Humanos sobre otros, porque sólo están garantizados cuando se protegen en conjunto. Y por muy conservadora que sea una sociedad, la única forma de hacerla avanzar mediante la política es ser valiente. Adelante, Grecia, no nos defraudes.