Para hablar de amor

Para hablar de amor es difícil encontrar palabras. Más aún para este amor nuestro, este amor distinto, de nombre tantas veces prohibido. Para poder presentarse, durante siglos, no disfrutó de otra fórmula que no fuera decir «yo soy el Amor que no se atreve a pronunciar su nombre[1], y aún así muchas veces se le llamó amistad, tan injustamente, y tuvimos casi que pedir permiso, casi suplicando «deja que diga… amor. Su nombre es ése[2]

Qué diferente es hoy, cuando por fin es posible que aun siendo lesbiana, gay, transexual o bisexual cualquiera pueda «levantar su amor por el cielo / como una nube en la luz«[3]; ahora que en muchas partes del mundo ya no es preciso temer «la dulce boca que a gustar convida / un humor entre perlas destilado«[4]. Ya no hace falta que ante la insinuación gritemos «amor amor detén tu planta impura«[5], y que tengamos como siempre que recurrir a escondernos «en el oscuro desván del lirio«[6]. Hoy hasta El Corte Inglés, aunque haya sido denunciado en Cataluña por contravenir la Ley contra la LGTBfobia vendiendo en sus librerías el libro Cómo prevenir la homosexualidad, nos hace aparecer en sus cortos para promocionar la compra y venta del amor en San Valentín.

Pero qué triste amor es ése, porque no es el nuestro. Ése es el buen amor de Bécquer y de Garcilaso, no el que nace de «un corazón infiel, desnudo de cintura para abajo«[7]; es el amor canónico, el que nos enseñaron, «el tierno amor para dormir al lado«[8]. Tal vez por eso no se nos ajusta, porque aunque tú y yo entendamos «que tu cuerpo de hombre con mi cuerpo de hombre / construyen un lugar necesario en el mundo«[9] sabemos que tarde o temprano «el deseo girará locamente en pos de los hermosos / cuerpos que vivifican el mundo un solo instante«[10]. Este amor aprendido, tan ajeno a veces, no encaja con nuestros deseos ni nuestros intereses. Y lo sabemos, pero es difícil no recaer en sus brazos: igual que los ateos claman a Dios ante cualquier suceso, nosotros y nosotras volvemos a caer en la trampa de ese «mar que traga adolescentes rebeldes«[11], ese amor con formas heterosexuales que vimos en nuestros padres, que sólo conoce un camino y que siempre, en algún momento, nos devolverá el dolor. Entonces «será preciso no olvidar la lección«[12] y afirmar que, «si odiar da dolor, y amar es también doloroso, de los dos males / escojo el de herida más suave y ligera«[13]. Trata de construir una forma de amor propia, tuya específicamente, que no imite a nadie. Busca tus propias palabras, que se ajusten a tu propio amor, y ante todo, «no te resignes«[14] porque, aunque tenemos derecho a equivocarnos una y mil veces, aunque «nuestras imperfecciones nos hacen merecedores de amor«[15], «el amor no tiene esta o aquella forma, / no puede detenerse en criatura alguna«[16].

Yo también, como todos, «amé ardientemente a cierta persona no siendo correspondido«[17], y «a veces me pregunto que habrá sido de ti«[18], tan heterosexualmente. Para mí, por como soy, equivocadamente. En su momento «como el ciervo huiste, / habiéndome herido, / salí tras ti, clamando, y eras ido«[19], y aunque ahora «ya sólo me interesa / ser igual que Walt Whitman«[20], y «ya puedes ver que he escapado de ti«[21], recuerdo que fuiste «un bello niño de junco«[22], y que, antes que decirte ahora un demasiado clásico y cortés «yo te he querido como nunca«[23], sólo «celebro la presencia de tu cuerpo en mi vida«[24]. Nuestra brevísima historia se resume al recordarte que «eres fácil si rehuyo, y difícil si lo intento«[25], más que seguro por mis propios errores al comportarme como quien no soy. Y aunque ahora me digas de nuevo «suéltame y sigue tu camino«[26], «más allá de la vida, / quiero decírtelo con la muerte; / más allá del amor, / quiero decírtelo con el olvido«[27]. Pero no que te quise, eso quizá sea cosa sólo para heteros. Quiero decirte «únicamente esto. / Que en los actos sociales pienso en ti«[28]. Y al mismo tiempo contradecirme, recaer un momento, y hacerte llegar el último mal poema que no llegaste a leer. Porque, de momento, sólo las formas heterosexuales nos sirven para hablar de amor. Sigamos buscando nuestras propias formas, de camino hacia Ítaca, y entre tanto honremos «a aquellos que en sus vidas / custodian y defienden las Termópilas«[29] mientras «aramos libres surcos por ola y por espuma«[30].

 

Aunque pretendas mantener el muro,

la almena que levantas contra el miedo,

sabes muy bien que, si me empeño, puedo

hacer más blando un corazón tan duro.

Porque aunque quieras parecerme oscuro,

altivo y desdeñoso, yo me quedo

con tus momentos buenos, cuando accedo

al otro tú que escondes inseguro.

Yo quiero ser tu campo de batalla,

columpio y parque para tantos juegos,

la piel que llenes siempre de arañazos.

Tú baja algunas veces la muralla

y déjate de tanto cortafuegos,

que contra tu temor bastan mis brazos.


 

Notas:

[1] Lord Alfred Douglas

[2] Jacinto Benavente

[3] Luis Cernuda

[4] Luis de Góngora

[5] Vicente Aleixandre

[6] Federico García Lorca

[7] Jaime Gil de Biedma

[8] Jaime Gil de Biedma

[9] Juan Antonio González Iglesias

[10] Luis Cernuda

[11] Luis Cernuda

[12] Jaime Gil de Biedma

[13] Eveno

[14] Walt Whitman

[15] Juan Antonio González Iglesias

[16] Luis Cernuda

[17] Walt Whitman

[18] Jaime Gil de Biedma

[19] Juan de la Cruz

[20] Juan Antonio González Iglesias

[21] Walt Whitman

[22] Federico García Lorca

[23] Vicente Aleixandre

[24] Juan Antonio González Iglesias

[25] Estratón

[26] Walt Whitman

[27] Luis Cernuda

[28] Juan Antonio González Iglesias

[29] Konstantin Kavafis

[30] Oscar Wilde

Publicado en Cáscara Amarga el 14 de febrero de 2015.

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