¿Para qué sirve un beso?

Al enfrentarse a la página en blanco el principal temor de quien se dispone a escribir es equivocarse, pero en ocasiones se impone la necesidad de construir algunas líneas para intentar comprender mejor un tema que nos preocupa especialmente. Esta vez, con mis miedos y mis riesgos, creo que es preciso que hablemos sobre ciertos sucesos ocurridos la semana pasada, en torno a la expulsión de una pareja de chicos de un establecimiento de comida rápida en la madrileña Plaza de Emilio Jiménez Millas, más conocida en la Villa como «Plaza de los Cubos», cuya historia culminó, de momento, el sábado pasado con una besada en la misma plaza. Toca ahora preguntarse para qué sirve un beso.

Con toda seguridad, recordaremos este 2014 como el año en que el activismo por los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales afianzó su siguiente gran objetivo: la lucha contra las agresiones e injurias a todas las personas que se aparten o parezca que se apartan de la norma heterosexual. Hemos descubierto que estos ataques apenas son denunciados, que las víctimas callan, que el Ministerio del Interior apenas ha recogido unos cuantos casos… Por primera vez las agresiones empiezan a visibilizarse, y prueba de ello son los diferentes sucesos de que hemos tenido noticia. Podría decirse sin temor a equivocarse que cada fin de semana se produce al menos una agresión y, arriesgando un poco, si las agresiones denunciadas en 2013 fueron 34, teniendo en cuenta que sólo se denuncia el 10%, según la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, habríamos de enfrentarnos a 340 agresiones durante el pasado año, esto es, casi una diaria. Y en este 2014 se superó el número de denuncias ya en el mes de octubre. Pero sólo conocemos aquellas que trascienden a los medios o las redes sociales, como las ocurridas a principios de año, especialmente graves, en que uno de los atacados perdió un ojo, una reciente en que la víctima tuvo que ser intervenida quirúrgicamente, la escandalosa agresión a una pareja en la puerta de una discoteca con el silencio cómplice de la policía, que además de no preocuparse por el caso, aumentó el dolor de las víctimas con un trato absolutamente incorrecto. Muy recientes están el vídeo grabado en el Metro de Madrid, sobre el que ya escribí en su momento, y el suceso que hoy me ocupa: dos chicos que se besaron en un restaurante y fueron invitados a marcharse por el vigilante de seguridad, instado a ello por una familia heterosexual.

Miembros de Arcópoli frente al establecimiento donde se produjo el suceso.

La historia de cómo yo mismo conocí el caso merece ser contada: ese fin de semana acompañaba a la asociación Arcópoli en unas Jornadas Activistas, y todos conocimos la noticia a través de las redes sociales poco después de cenar. Allí mismo observé cómo se desplegó el protocolo de actuación: lo principal era contactar con las víctimas y conocer su historia. Ya al día siguiente, recién llegado yo al In Memoriam por las víctimas del VIH en la Puerta de Alcalá, me reencontré con todos y todas las arcopolitanas: venían directos del restaurante en cuestión, donde se habían plantado para averiguar la historia desde el otro punto de vista. A partir de entonces, una vez las víctimas de la agresión manifestaron su deseo de no hacer ninguna declaración ni concentración, se procedió a mantener el vínculo con el restaurante, que pidió disculpas a través de diversos medios y aseguró haber tomado medidas al respecto. No era preciso dudar de su compromiso, ya que la firma internacional en muchas ocasiones ha realizado campañas en defensa de la diversidad sexual y de género y, de este modo, se mantuvo el contacto entre asociación y restaurante con el propósito de, en el futuro, poder realizar alguna acción conjunta contra la homofobia, bifobia y transfobia.

Pero entonces empezaron las reacciones. En primer lugar, el Partido Socialista de Madrid publicó una nota de prensa, condenando el aumento de la discriminación hacia personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales en Madrid, y me consta que esta semana entrante las diputadas regionales Carla Antonelli y Carmen Toledano realizarán una pregunta en la Comisión de Igualdad, instando al Gobierno Regional, en manos del Partido Popular, a dar una respuesta a tantos casos de agresiones, si es que la diputada popular Ana Camins, que en 2013 negó la existencia de discriminación por orientación sexual e identidad de género en la región, ha evolucionado ya desde su particular paleolítico y es capaz, junto a su partido, de hacer frente a esta cuestión tan urgente.

Por otra parte, por arte de birlibirloque apareció convocada una besada en respuesta a la agresión, por parte de «un colectivo» de cuyo nombre en ningún momento se ha informado, para el sábado 6 de diciembre, a las 18:00. Puesto que el restaurante se había disculpado y tomado medidas, ningún colectivo cuyo nombre sea público participó en la concentración, como tampoco lo hizo ningún partido político, y tan sólo el área de libertades sexuales de Izquierda Unida, ALEAS, y algunas entidades íntimamente relacionadas con ella manifestaron su apoyo a la besada, agradeciendo el trabajo realizado por Arcópoli pero declarando que la disculpa no le parecía suficiente y que «es imprescindible no abandonar las calles para visibilizar el aumento de una discriminación que sigue produciéndose con una frecuencia e intensidad alarmantes«. A este respecto, no seré yo quien le diga a Izquierda Unida cómo afrontar su trabajo político, pero considero que, quizá, tampoco debiera ser Izquierda Unida quien le indique a los colectivos cómo realizar el suyo. Aunque, después de que Aleas, en los XXVI Encuentros Estatales LGTB votara en contra de la propuesta «Creemos necesaria la defensa de las manifestaciones culturales de la diversidad sexual y de género y consideramos fundamental la inclusión de la Cultura sobre la realidad LGTB y obra de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales en nuestro discurso activista. Estamos Orgullosxs de nuestra Cultura»; después de posicionarse en contra de la Cultura todo es posible, claro está.

El establecimiento lleno de algunas decenas de personas con banderas arcoíris.

Y así llegó el día de la besada, en la que se dieron cita más de cien personas, según algunos medios, y unas diez parejas se besaron delante del mostrador del restaurante. Pero lo más interesante empezó entonces: los dependientes comenzaron a aplaudir ante los besos, colocaron una bandera del arcoiris junto a sus ofertas, y empezaron a repartir bebidas gratis entre los asistentes. Bien es cierto que algunas personas declararon en redes sociales que la respuesta les parecía mercantilizadora, pero también es verdad que, según cuentan quienes estuvieron, los refrescos y cafés se agotaron en dos minutos. Las reacciones en twitter, en primer lugar, quizá sean las más interesantes para afrontar este suceso del que, siempre vinculado con la asociación Arcópoli, por el trabajo activista que realizó, se ha hecho eco tanto El País como el Huffinton Post, e incluso The Independent, en Reino Unido. Porque a los twitts triunfales, como el grandilocuente de @AleasIU, «La democracia se recupera cuando agitamos las calles y nos besamos allá donde se nos agrede», o de particulares como @bluedementia, «Exitazo de besada. No quepo en mí de orgullo y de amor por mis compas», se suman algunos textos extraños, como @ContraNaturam_ declarando «Hoy he estado en la besada esa pero soy hetero xd», @redmorphine_ diciéndonos «He ido a la besada a besar a los maricone» [sic], o @Chinchi069 con un «Ir a una besada gay por curiosidad y no ver absolutamente nada»; e incluso algunos que nos mueven a pensar en esta forma de activismo, como @Carlitos27gv preguntándose «Una pregunta así sin maldad ¿De que ha servido la besada en el Burger King de plaza de los cubos? #Pregunto», @XabierXY afirmando «Siempre estoy a favor de las políticas anti LGTBfobia, pero lo de la besada en frente del Burguer King me parece algo realmente innecesario», y @LuisGCampo con un tajante «Lo de la #besada en el Burguer King me parece simplemente provocación. Hay formas y formas de luchar, la compañía ya pidió disculpas». Pero otra reacción resulta también inquietante, y es que en la madrugada del jueves, en el programa de Telecinco Hable con ellas, dirigido por la conocida Sandra Barneda, de orientación sexual persona, como es sabido, se reprodujo esa besada por los derechos y visibilidad de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, si bien la «acción» se denominó «beso contra la intolerancia» y «beso solidario», tal vez porque en la siempre muy particular Telecinco mencionar homofobia, bifobia y transfobia resulte problemático; y se produjo en torno a la presentadora, diva del movimiento persona, y sirviendo como acompañamiento a una pareja, heterosexual, que estaba desnuda, porque acudieron el programa a contar su historia de amor tras pasar por el reality Adán y Eva, que ya en su propio título habla mucho y muy bien de la diversidad sexual y de género, como bien podrás apreciar… Y todos estos extraños sucesos que vengo relatando han venido a silenciar otro beso que considero igualmente o incluso más importante: el que esta semana ha tratado de censurar Autocontrol,

Campaña de Wuaki.

Campaña de Wuaki.

una agencia independiente que regula la publicidad, que pretendía multar a Wuaki por mostrar en su anuncio de promoción un beso entre dos hombres, bajo la significativa frase «cambiaste anonimato por valentía«. Entonces, ¿para qué sirve un beso? y, como decía el twitt mencionado, ¿De que ha servido la besada en el Burger King de plaza de los cubos?

Sería muy duro, y además falso, decir que la besada no ha servido para nada. Porque, a las pruebas me remito, ha revolucionado las redes sociales, para bien o para mal, y el ejercicio de visibilidad siempre es fundamental, básico como símbolo y como punto de partida… aunque el discurso de la visibilidad por la visibilidad empiece ya a flaquear, tantos años después -recordemos que el Matrimonio Igualitario, hito histórico para la visibilidad, va a cumplir diez años-, y, a pesar del potencial político y revolucionario de ser visible, haya que plantearse muy seriamente que una política activista centrada únicamente en los gestos, en las acciones mediáticas, sin un trabajo real detrás que vaya paulatinamente reformando -siempre con pequeñas revoluciones, como siempre digo- nuestro entorno no produce más que noticias puntuales. Simpáticas, trascendentes, de interés mediático, pero únicamente puntuales, y que pueden ser empleadas además por quien comete la falta para lavar muy blanco su imagen, como acertó a hacer el restaurante al colgar la bandera arcoiris y repartir bebidas, transformando una protesta en una fiesta de su compromiso con la diversidad. Así, una besada sin un buen trabajo detrás -la exigencia de una campaña específica contra la discriminación a lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, por ejemplo- puede suponer el más sangrante triunfo del neoliberalismo: hasta tus quejas la convertirá en parte de su sistema, por mucho que, como defendía Aleas, pretendas tomar las calles para defender derechos. El Capital es el Capital, y quizá sea lo primero comprender que luchar contra «el régimen» en un restaurante de comida rápida lo único que produce, además de una paradoja, es hambre.

¿Qué consigue, así, cada una de las posibles maneras de actuar frente a una agresión? Déjame recurrir a Nietzsche y a su narración en Así habló Zaratustra sobre el Camello, como bestia de carga, el León del «yo quiero» que se enfrenta al dragón del «tú debes», pero que no crea nuevos valores, y finalmente el Niño, que genera nuevas posibilidades a través del juego inocente. Estaremos de acuerdo en que hay que superar esa fase el espíritu en que el Camello, sin rechistar, acepta cualquier imposición externa. Aunque esto, en lo que a nuestro tema se refiere, hay que precisarlo mucho, ya que muchos camellos no son conscientes aún de cuánta carga acumula. Esta misma semana he escuchado a un hombre más o menos relacionado con lo que se suele denominar capitalismo rosa llamar radical, en la peor y menos ilustrada de sus acepciones, al discurso más institucional del activismo por los derechos de las personas no heterosexuales… Queda mucho trabajo aún por hacer para ayudar a quien aún soporta inconscientemente tantas imposiciones, y esto puede llevarse a cabo de dos maneras. Es posible trabajar como un león, rugiendo y vociferando, reclamando derechos que deben ser reclamados, pero sin ninguna propuesta ni acción para construir un nuevo mundo. Una besada puede ser la cita perfecta para airear nuestras leónidas melenas, pero luego ¿qué? ¿Qué queda más allá de una fotografía cuando todos los leones han vuelto a sus jaulas? Es sólo el activismo Niño, inocente y puro, que imagina nuevas formas de existir, que puede desmelenarse en una besada porque quiere cambiar las cosas, pero cuyo juego diario será un gran trabajo constante para cambiarlas; el que puede ofrecer una respuesta, un plan de acción, un protocolo de actuación frente a las agresiones a lesbianas, gais, transexuales y bisexuales. Porque no sólo toma las calles, también las construye, nuevas y mejores. Porque no sólo es reivindicativo, también es propositivo.

Por último, una valoración más sobre este asunto. Javier Marías, siempre magistral, nos regaló hace dos semanas una interesante reflexión, bajo el título de «Mira lo que hago«, donde nos habla sobre cómo hoy día el objetivo fundamental de la imagen es mostrarnos a nosotros mismos, no las cosas que nos rodean y cómo interactuamos con ellas. Ahora el universo mundo ya no es otra cosa que en imprescindible escenario donde «yo», el único centro posible de ese universo, es lo realmente importante, sin darse cuenta ese «yo» de que «la gente está demasiado ocupada colgando sus fotos y lanzando sus tuits para molestarse en ver o leer los de los demás«, y junto a Marías considero que «uno se pregunta a veces si quedan muchos individuos capaces de disfrutar de algo sin ser contemplados en su disfrute«. Así, no es lo mismo dar un beso para proponer un nuevo orden que exhibir cómo nos besan y cuán valiente es nuestra reivindicación. No es lo mismo besar a alguien que ser besado para contarlo. No es igual el beso rugiente del León al beso puro, inocente y cargado de futuro del Niño. Y mientras tanto, entre besos y besos, habrá que seguir almacenando los propios, si es que sueñan con un país donde quepamos todos, besemos a quien besemos, y hacer, en este caso, las pertinentes felicitaciones a quienes más ganan esta semana: muchas felicidades, Burger King, muchas felicidades, Telecinco. Menos mal que aún nos quedan muchos besos que ofrecer.

Publicado en Cáscara Amarga el 13 de diciembre de 2014.

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