Vamos a jugar a la «heterofobia»

«Las feministas odian a los hombres» es posiblemente la frase más empleada por el discurso de la reacción patriarcal para atacar al Feminismo, sin ningún fundamento lógico, por supuesto. Esta misma semana visité mi librería feminista de referencia, Mujeres y Compañía, y estuve charlando un rato sobre este tema con las buenas amigas que allí trabajan. Sólo se nos ocurrió un texto que pudiera considerarse verdaderamente agresivo, el Scum de Valerie Solanas, que bien leído no revela ningún odio -incluso reconoce la necesidad de encontrar compañeros de lucha varones para el Feminismo-, sino que es producto de una época y de la experiencia personal de la autora. Al salir de la librería, siempre con la sensación de que queda mucho por hacer, me planteé si es necesario un texto similar, con un lenguaje realmente agresivo que denuncie la discriminación que muchas personas heterosexuales hacen padecer a otras personas no heterosexuales. Se me ocurrió la Ética marica, de Paco Vidarte, texto de referencia que continuamente aconsejo leer, que aunque no alcanza el uso performativamente violento de la lengua que hace Solanas podría servir como comparación lejana, o el manifiesto Maricas, leed esto: odio a los heteros, redactado en 1990 por Queers Anónimos, del que he hablado alguna vez.

Esta semana también me he encontrado con variopintas noticias que me han hecho seguir reflexionando sobre la cuestión. Por un lado, la historia entrañable de dos mujeres de noventa años, que después de siete décadas manteniendo una relación han contraído matrimonio en Florida, así como la boda del cónsul general británico de Shangay, Brian Davidson, que lo ha convertido en un icono activista en China; y por otro las declaraciones del fanático religioso Fernando Cabrera, concejal de Nueva York, que atacó el Matrimonio Igualitario y situó a Uganda, la exterminadora, como referente del buen hacer cristiano.

Y por fin, para terminar de convencerme de que quizá sea necesario un discurso activista más agresivo, que sirva para hacer más evidente la discriminación a la que, aun sutilmente, nos vemos sometidas todas las personas no heterosexuales, este miércoles me topé en Facebook con tres comunidades, dos llamadas «Heterosexual Awareness Month», que sitúan en julio su «Orgullo Hetero», y otra de nombre «Heterosexuals Inspiring Pride»; plagadas de mensajes que defienden la discriminación, incluso con algunos que incitan a la violencia. Incorporan estos grupos de defensa del discurso de odio numerosas imágenes -«memes»-, de las que te he seleccionado algunas, que explican que «la homofobia no existe. Es una palabra inventada para hacer que los heterosexuales se sientan culpables por ser normales» o que «decir que los heterosexuales hacen bebés gais equivale a un médico diciéndole a una mujer después de dar a luz ‘felicidades, es un fumador'», añadiendo que «tú no has nacido gay, todo el mundo es heterosexual de nacimiento».

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Como era mi obligación, corrí a denunciar esos grupos al administrador de Facebook, porque no podemos consentir que los discursos de odio campen a sus anchas en las redes sociales. Y el administrador, muy amable, me agradeció mi preocupación, pero no detectó ningún tipo de mensaje ofensivo por parte de esas comunidades de usuarios. Para explicarle mejor al señor Facebook lo sutil que puede ser un discurso ofensivo, y para reflexionar contigo sobre la utilidad de un lenguaje activista más agresivo, me he decidido a dedicar parte de este artículo, y a generar también mis propios «memes», que acompañan a este texto, a resolver la cuestión de qué sucedería si verdaderamente las personas no heterosexuales conformáramos un lobby antiheterosexuales y dispusiéramos de una agenda oculta para dominar el mundo. ¿Cómo sería nuestro discurso contra ellos? Vamos a jugar a la «heterofobia«, aunque sólo sea como una forma de entretenimiento. ¿te atreves?

Ya lo decía Dorothy Parker, «la heterosexualidad no es normal, sólo es común». Y aun esto habría que reconsiderarlo, porque -centrándonos sólo en los varones- según el mejor estudio elaborado jamás, el Comportamiento sexual del hombre de Alfred C. Kinsey, si bien se afirma el conocido dato de que el 10% de población masculina es exclusivamente homosexual, se añade un 11,6% de hombres bisexuales y se contabiliza al menos un 37% de varones que ha tenido en algún momento de su vida contacto sexual con una persona de su mismo sexo.

Heterofobia 1

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Esto, añadido al 23% de hombres que ha manifestado pensamientos eróticos relativos a otros hombres suma un total del 50%, dato que pone en tela de juicio la tan cacareada supremacía heterosexual, más aún si tenemos en cuenta que el estudio fue realizado en los Estados Unidos entre 1948 y 1953, época de marcada moral victoriana, y de llevarse a cabo hoy, ya sin aquella moralina vergonzante, es más que posible que los hombres exclusivamente heterosexuales resultaran ser una minoría, cuyos derechos por supuesto deberían ser protegidos, a través de políticas de visibilización e inclusión, qué duda cabe, pero partiendo del hecho científico de que la supremacía heterosexual es una patraña. Por mucho que el lobby heterosexual se empeñe no pueden contradecir los datos que aporta la ciencia. Y decimos esto desde la más absoluta tolerancia hacia sus prácticas, claro está.

Una cuestión candente, relacionada íntimamente con esto último, es si debemos o no considerar la heterosexualidad como una enfermedad. Bien, creemos que es una expresión desafortunada, pero no sería difícil argumentar que la heterosexualidad exclusiva no es una práctica saludable ni natural.

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No es natural porque la mayor parte de las especies de mamíferos superiores presentan conductas tanto homosexuales como heterosexuales, y existe incluso algún estudio que defiende que el fundamento biológico de la sexualidad humana nos haría a todos ser bisexuales, como nuestros semejantes los primates superiores.

La heterosexualidad exclusiva sería así una práctica contranatura, según las pruebas que aporta la ciencia, y quizá ese empeño en comportarse potenciando sólo uno de los componentes de la sexualidad humana es lo que podríamos llegar a considerar de algún modo patológico, como un trastorno obsesivo compulsivo fruto de una neurosis: una obsesión en manifestar sólo una parte de nuestro imperativo biológico. No queremos aventurarnos en si la heterosexualidad puede ser curada, pero apoyaremos que reciban la ayuda necesaria para superar su obsesión por el sexo contrario y se acepten libremente como los hizo la naturaleza. Y lo mismo puede decirse del género: aunque el lobby heterosexual pretenda imponernos unos mandatos de género a cada uno de los sexos, bien es sabido que el género es una construccion cultural de cada pueblo y acostumbra presentarse de una manera más o menos fluída. Está altamente demostrado que la obcecación cisgénero en presentar los rasgos de un único género sólo conduce a la enfermedad que conocemos como transfobia.

Por otra parte, hay otro tema de gran actualidad: el matrimonio. Durante siglos el lobby heterosexual ha pretendido imponer su agenda oculta haciéndonos creer que el único matrimonio válido es el que ellos defienden: hombre y mujer unidos y bendecidos por cualquier figura divina ideada ad hoc. Partimos de la absoluta tolerancia hacia otras formas de convivencia, faltaría más, pero no creemos que ese supuesto «matrimonio» heterosexual, mayoritariamente celebrado con rituales religiosos, debiera llamarse «matrimonio». Y esto se explica fácilmente si tenemos en cuenta que el matrimonio es una institución de derecho civil, un contrato, que nada tiene que ver con las creencias paranormales de sus contrayentes. Por eso no compartimos que pretendan adueñarse de las figuras jurídicas de todos los ciudadanos para hacer proselitismo de su modo de vida, porque toleramos, y aun podemos llegar a respetar, que dos personas de distinto sexo quieran realizar rituales mágicos de fertilidad frente a un chamán vestido de señora, pero que no lo llamen matrimonio. Es comparable a tratar de curar un dolor de cabeza pasando por la espalda una piedra y llamar a eso medicina. Lo pueden llamar matrimonio homeopático, magimonio, o unión mágica, pero que no lo llamen matrimonio,

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que no traten de apropiarse de las instituciones civiles, ya que en el Código figura «los contrayentes», y no «un hombre y una mujer frente al brujo», además del hecho probado de que los matrimonios como nosotros y nosotras, la mayoría social, los consideramos han sido frencuentes en todas las épocas de nuestra Historia, y eso que ellos denominan con nuestra terminología sólo lo ha sido en algunos momentos muy puntuales y especialmente oscuros.

Ligado a este tema del «matrimonio» exclusivamente heterosexual suele ir vinculada la cuestión de la crianza de los menores. Aquí de nuevo el lobby heterosexual quiere hacernos creer a la mayoría ciudadana que son ellos los únicos legitimados para esta labor, como si ignoráramos que gran parte, por no decir el 100%, de los niños y niñas abandonados en hospicios son producto de parejas heterosexuales. ¿Realmente hemos de aceptar sin más su supuesta idoneidad, ante el escandaloso dato científico de que las personas heterosexuales abandonan a sus hijos?

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Argumentan también en repetidas ocasiones el desfasado punto de vista biológico, consistente en la necesidad de gametos masculinos y femeninos para la creación de una vida, y éste es un asunto realmente divertido. ¿Acaso creen que la especie humana sigue anclada en los albores de la vida en la Tierra? Hoy disponemos de tecnología médica suficiente para hacer frente a esa superadísima limitación biologicista y, por si fuera poco, durante siglos sociedades de hombres y sociedades de mujeres se han unido pacíficamente para realizar el trámite de la procreación biológica. Pero el lobby heterosexual parece anclado en un pasado oscuro en que la cultura del pacto procreativo aún no estaba desarrollada. A veces, en su desesperación dialéctica, ha llegado a añadir que sin la heterosexualidad se extinguiría la especie… No sabemos ya cómo explicárselo, deberían recordar bien lo que venimos diciendo y tener en cuenta que la heterosexualidad exclusiva no garantiza la continuidad de las especies, como prueba científicamente la teoría de la evolución.

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Por último, y esto es importante, no hemos de olvidar que las personas exclusivamente heterosexuales son más violentas. Prueba de ello es que los centros penitenciarios están llenos a rebosar de heterosexuales. Suelen organizarse en grupos de asalto, como es sabido, y tratan de imponer su forma de vida a través de esa violencia. ¿Quién no ha sufrido el ataque del terrorismo heterosexual? Empeñados en hacer proselitismo de su particular forma de vida, tras haber decidido en algún momento de su adolescencia convertirse en heterosexuales exclusivos, no sólo recurren a mostrar sus conductas a plena luz del día, delante de los niños -cuando sería más aceptable que sólo las manifestasen en privado-, sino que muchas veces los acosan, maltratándolos, insultándolos y llegando a asesinarlos si no aceptan seguir su modo de vida heterosexual.

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Es muy duro crecer en un mundo acechado por esa forma de fanatismo, y hay que agradecer a nuestros jóvenes la fortaleza que muestran resistiendo las estrategias del lobby para defender un mundo donde sea posible la convivencia pacífica, incluso junto a las personas heterosexuales.

Y hasta aquí el alegato heterófobo. Espero que, además de haberte sacado alguna sonrisa, el mecanismo carnavalesco de la inversión haya sido útil para demostrar, por un lado, que los discursos agresivos quizá no sean los más adecuados para defender los derechos de las personas que no somos heterosexuales, porque los discursos de odio no se desactivan empleando discursos de odio en contra; y, por otra parte, que haya servido este juego para demostrar que el argumentario de la discriminación contra lesbianas, gais, bisexuales y transexuales está basado en tonterías, pensamientos anticientíficos o fundamentalistas religiosos, que he invertido a lo largo de este texto para que resultara más evidente. Y que no se nos olvide nunca, nunca, que la verdadera fobia es contra nosotros y nosotras, e imposible contra quienes nos discriminan. Imposible porque entre las personas heterosexuales tenemos todos y todas cientos y miles de aliados en nuestra lucha. A todos esos heteroconcienciados, gracias.

Publicado en Cáscara Amarga el 13 de septiembre de 2014.

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