Los Reyes Magos vuelven hacia Oriente dejándonos una polémica sobre la maleabilidad de las tradiciones. La cabalgata organizada por el equipo de Manuela Carmena ha actualizado la imagen «tradicional» de Melchor, Gaspar y Baltasar gracias a lo que las siempre jocosas redes sociales han llamado «unas batamantas» y «coronas del Burguer King». Una indignadísima Cayetana Álvarez de Toledo, tras demostrar su incapacidad para sacar adelante trabajo parlamentario -sólo nueve iniciativas y tres intervenciones presentó la marquesa de Casa Fuerte en cuatro años de legislatura-, quiso evidenciar que tampoco puede explicarle algo más allá de los dogmas a su hija de seis años, cuando ésta le preguntó por el traje de Gaspar. Porque en lugar de lo que le habría dicho cualquier persona menos carcomida por el odio -«es que este año los Reyes son más modernos»-, y con lo que seguramente la niña habría quedado más que satisfecha, lanzó una maldición tuitera advirtiendo a la alcaldesa «no te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás». Pero, como en los cuentos, las maldiciones pueden volverse contra quien las profiere, y así la exdiputada ni-ni se convirtió en el hazmerreír de la Epifanía, con miles de comentarios parodiando su exabrupto y visibilizando el increíble enfado que tiene la derecha madrileña desde que Carmena está al frente de la alcaldía.
Esta vez no estaba justificado su enojo, menos aún cuando se pretendió defender la postura conservadora amparándose en la «tradición», esto es, la «transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, etc., hecha de generación en generación», según la RAE. En un breve debate sobre esta cuestión entre representantes de Ahora Madrid, PP y PSOE emitido en la Cadena Ser el popular Íñigo Henríquez de Luna denunciaba el intento de «eliminar las raíces cristianas de la Navidad» y de convertir «la cabalgata en un Carnaval». Argumentaba que «la Navidad tiene un origen cristiano» -olvidando que estas fiestas son una adaptación al monoteísmo de las «tradicionales» Saturnales romanas- y que con esta cabalgata se ha pretendido «eliminar la tradición». Pero ¿qué tiene de tradición esta leyenda de Navidad?
Si analizamos brevemente la historia de los Reyes Magos y su cabalgata descubrimos que en el Evangelio de Mateo sólo se menciona la aparición de «unos magos» (2, 1-2), que no se convierten en reyes hasta que así lo consigna Tertuliano y se generalizara esta idea en torno al siglo XI; y cuyo número, tras haber sido doce en las iglesias siria y armenia, y hasta sesenta en la copta, no se precisa en tres hasta mucho después, cuando en el siglo V lo hace oficial León I. En el que se considera primer texto dramático en castellano, el Auto de los Reyes Magos (s. XII), no se menciona que fueran reyes -el título se lo puso Menéndez Pidal-, sino steleros, estudiosos de las estrellas, pero sí que eran tres. Mucho más tarde, ya entrado el siglo XIX, se empezaron a celebrar en torno a la leyenda de los Reyes Magos ciertas representaciones que recuperaban el espíritu de aquel auto medieval, y no es hasta 1912 cuando el Centro Artístico de Granada organiza una primera cabalgata, con Reyes y Reinas, para recaudar juguetes que entregar a niños sin recursos, que luego se popularizó hasta el gran evento que hoy llamamos «tradición».
Queda claro así que las tradiciones no son sino construcciones progresivas cuya forma en un momento puntual responde a determinados factores del entorno, y que es una falacia pretender hacer eterno un festejo más popular que litúrgico que cuenta con poco más de cien años de historia. En este momento, además, cuando la naturaleza de los Reyes Magos ha evolucionado tanto y apenas tienen más contenido religioso que el indispensable de su contexto, es lógico y hasta necesario que su forma evolucione. Porque, como señala Hobsbawn, «el declive de la «costumbre» transforma invariablemente la «tradición» con la que habitualmente está relacionada», es decir, que la cabalgata «tradicional» evoluciona necesariamente porque la costumbre religiosa a la que se asocia prácticamente ha desaparecido. Se vuelve de este modo totalmente acertado el argumento de Javier Barbero, concejal de Ahora Madrid, que responde a Henríquez de Luna con un sencillo «se han roto algunas formas de expresar la tradición». La cabalgata cambia porque el mundo ha cambiado, aunque no se haya enterado el Partido Popular.
Si algo queda claro en esta evolución de la cabalgata es que la fiesta de los Reyes Magos es ya más popular que oficialmente religiosa. Y gracias a ese caracter popular, que por otra parte siempre ha tenido, aunque haya quien quiera hacer de ella un dogma de fe, es posible desentrañar dos de las cuestiones candentes de estos días: el Rey Mago representado por una mujer en la cabalgata de los madrileños distritos de San Blas y Puente de Vallecas, así como las Reinas Magas valencianas, entendidas como prostitutas por Alfonso Rojo -él sabrá por qué piensa antes en prostitutas que en reinas-; y el eterno debate sobre el color de piel de Baltasar. Gracias precisamente a otra «tradición» española que se puede dar respuesta adecuada a ambas. En el Corpus Christi, que celebra la Eucaristía sesenta días después del Domingo de Resurrección (finales de mayo o junio) y que ha sido «tradicionalmente» una de las mayores fiestas religiosas españolas, se podía ver una gran procesión donde junto a la custodia que exhibía la hostia consagrada desfilaban las figuras festivas de los gigantes y cabezudos como parte del aspecto más popular de la fiesta. Representaban diferentes cuestiones hasta que ya en el siglo XVI fue lo más habitual encontrar ocho gigantes, cuatro varones y cuatro mujeres, encarnando ambos sexos de las cuatro «razas» de la tierra conocidas hasta entonces: europeos, asiáticos, africanos y americanos. A través de esta simbología popular puede entenderse que los Reyes Magos fueran tres, antes del descubrimiento de América, e incluso que Baltasar no fue negro hasta que fue preciso incorporar esa etnia a la simbología cristiana, para asegurar la difusión de su mensaje también por ese continente. Es necesario es que hoy se reivindique constantemente que el rey negro sea realmente negro, pero curioso que nadie se acuerde del rey asiático…
En cuanto a las mujeres representando el papel de varones se trata de algo tan habitual en el teatro que no hace falta volver sobre ello, pero sí que es interesante recordar que la cultura popular suele ofrecer combinaciones de elementos masculinos y femeninos, como en los gigantones, y es casi una exigencia de la Cultura Popular que a los Reyes Magos les acompañen -no que les sustituyan- unas Reinas Magas, como sucedió en la primera cabalgata de Granada en 1912. Así lo entendió mi querida Gloria Fuertes cuando escribió la conocida obra de teatro infantil, y así puede sugerirse al Ayuntamiento de Madrid para que de cara al futuro valore la posibilidad de que en la cabalgata se den cita, siempre de forma igualitaria, tantos Reyes Magos como Reinas Magas.
Pero vayamos más allá, que para eso estamos. Resulta muy interesante repasar cómo se ha representado artísticamente una parte poco conocida del episodio de los Reyes Magos: su sueño, cuando un ángel se les aparece para advertirles que no vuelvan a visitar a Herodes. El blog de Marta Fernández-Villaverde, HarteConHache, hace un bonito recorrido a través de vidrieras, capiteles y manuscritos, para recuperar imágenes como la del Libro de Horas Taymouth, del siglo XIV, en que encontramos a los tres reyes desnudos compartiendo cama, y a Gaspar abrazado a un blanco y barbilampiño Baltasar. Aunque no puede afirmarse que entre los tres existiera la misma relación que hoy interpretaríamos de esa escena -no era extraño que los viajeros compartieran cama-, bien es cierto que el equívoco nos deja espacio suficiente para reivindicar, si en algún momento alguien tiene el acierto de convocar Reyes y Reinas para una misma cabalgata, que una de las tres parejas represente la Diversidad Sexual y de Género. Porque si queremos actualizar las tradiciones lo adecuado es integrar toda la diversidad humana en la nueva tradición que construimos, no sólo teniendo en cuenta los sexos y las etnias, sino también las sexualidades. Para la cabalgata de 2017 Manuela Carmena debería buscarle un novio a Gaspar, aunque eso le cueste una parada cardíaca a Cayetana Álvarez de Toledo. Porque, del mismo modo en que el Corpus ha perdido su espacio como gran procesión popular y «tradicional» de principios del verano en pos de la manifestación del Orgullo y que la «tradicional» institución del matrimonio ha sabido perpetuarse adaptándose al momento y abriéndose a nuevas posibilidades hasta llegar al Matrimonio Igualitario, la cabalgata de Reyes debe adecuarse a los tiempos modernos o perderá su actualidad y será sustituida por otra nueva «tradición».
Con todo, de todo lo dicho en torno a este debate de los Reyes Magos creo que las más acertadas son las palabras de Mar Espinar, concejala del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, que en aquella discusión en la Cadena Ser señaló que todo el enfrentamiento de estos días es un «debate de adultos». Y tiene mucha razón, porque los adultos podemos hablar sobre tradiciones, sexos, géneros, sexualidades y etnias mientras que a niños y niñas sólo importará que esta semana han llegado los Reyes Magos, que ellos no dibujan en libros de horas, vidrieras o capiteles con una indumentaria más o menos barroca, sino como tres conos de colores que parecen batamantas, con cabezas redondas y coronas o turbantes casi de cartón: exactamente los personajes, más magos que reyes, que ha presentado en esta cabalgata el diseñador Jorge Dutor.
Recordemos los adultos que lo que nos define como especie es el cambio, pues la inmovilidad sólo es propia del instinto animal no racionales. Adecuemos nuestras tradiciones, incluso las más descaradamente inventadas, a los tiempos que vivimos, porque ésa es la única manera de perpetuarlas, de dejar a nuestros niños y niñas Reyes Magos cuya magia tratarán de hacer entender a niños y niñas del futuro. Entre tanto cada cual escoja la mejor forma de creer en la magia ficticia y tradicional de su rey favorito, porque bien es cierto que es más fácil vivir con la magia de un Rey cerca.