El protocolo de la Emperatriz: Cifuentes está desnuda

La misma doña Cristina que quería gobernarnos ya hace poco más de un año, cuando dudaba de que las personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales tuviéramos derecho a manifestarnos porque en nuestras marchas hay carrozas ( http://www.cascaraamarga.es/politica-lgtb/lgtb-espana/8981-cifuentes-duda-de-que-el-orgullo-gay-este-dentro-del-derecho-de-manifestacion-por-ir-con-carrozas.html ) y algunos le explicábamos que nos manifestamos como mejor nos parece ( http://www.cascaraamarga.es/opinion/68-opinion/9035-cifuentes-no-me-entiende.html ), ocupa desde hace algunas semanas la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Por eso, después del revuelo mediático provocado por la enésimas agresiones contra a una mujer transexual en el distrito de Tetuán y dos jóvenes gais en la madrugada del pasado sábado 21 de agosto en las inmediaciones del madrileño barrio de Chueca, Cristina Cifuentes, desde el trono de su nuevo imperio, ha prometido dar una respuesta al problema de los ataques a personas no heterosexuales en Madrid. Para hacerlo tratará de colaborar con el Ministerio de Justicia con la intención de ofrecer atención a las víctimas en las Oficinas de asistencia de la Comunidad en los juzgados, y nos indica la Presidenta que «este tipo de agresiones que son delitos de odio y tienen que ser tratados como tal, con el agravante que supone este tipo de odio hacia las personas por razón de su religión, raza u orientación sexual», para que esta vez no nos quede duda alguna de que ha entendido el problema. Esta forma de demostrarnos su compromiso con nuestros derechos se suma a la promesa de sacar adelante una ley de protección a las personas LGTB en la Región y otra específicamente trans, aun después de haber votado en contra del reconocimiento de derechos para las personas trans en 2010 y tras rechazar la oferta de los grupos parlamentarios en la Asamblea de Madrid que elaborarán una ley trans conjuntamente capitaneados por Carla Antonelli, la diputada socialista que ha acuciado a la Presidenta a dar respuesta al problema que suponen las agresiones.

Pero no es ésta la primera ocasión que aprovecha Cristina Cifuentes para demostrarnos que dentro de su Partido, sentenciado como homófobo por el mismísimo Tribunal Constitucional cuando los populares se atrevieron cuestionar nuestro derecho al matrimonio, es una de las pocas defensoras de nuestras reivindicaciones: ya cuando ocupaba el cargo de Delegada del Gobierno en Madrid prometió una campaña para animar a la denuncia a las personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales que son víctimas de agresiones, del mismo modo que anunció el impulso desde su institución de un supuesto protocolo específico para atender a las personas no heterosexuales que han sufrido estos ataques que habría creado el Ministerio del Interior. El problema es que de aquella campaña que pretendía que dejara de denunciarse únicamente un porcentaje mínimo de las agresiones no ha vuelto a saberse nada, y que el susodicho protocolo, aunque anunciado a bombo y platillo con folleto incluido, parece no ser más que un dogma de fe.

Prueba de ello es lo que cuentan las víctimas de las agresiones que de forma tan valiente deciden denunciar tras su paso por la comisaría. Esta semana he tenido la ocasión de hablar con una de ellas, que accedió a que transmitiera aquí sus conclusiones tras formalizar la denuncia. Frases de tanto interés como “no hubo agresión si no tenéis parte de lesiones, ¿no?” o “para otra vez tenéis que avisar, que estamos muy liados”, además de referirse a la orientación sexual de la víctima como “tu cosa” y de, según me contaba, restar importancia al suceso mientras se intenta tergiversar las palabras de la víctima, a la que se culpabiliza ya por considerar que con su actitud “provocó” la agresión, ya dejando caer que dificulta el trabajo policial por no actuar de acuerdo con lo estipulado por la propia policía; provocan preocupantes declaraciones de las víctimas del calibre de “me he sentido regañado” o la percepción de que, puesto que su agresor no podría ser categorizado como un miembro de la ultraderecha, el agente no conseguía adecuar el “protocolo” a su caso concreto y trataba de categorizarlo de acuerdo a otro tipo penal distinto al delito homófobo. Escandaloso resumen encontré en una sola frase: “yo pasé de estar nervioso a estar indignado”.

¿Dónde estaban los psicólogos y los trabajadores sociales que podrían acoger más adecuadamente a las personas que han sufrido una agresión? ¿Dónde la formación a los agentes de policía para impedir que una víctima se sienta aún más desprotegida cuando se atreve a reclamar justicia? ¿Qué clase de protocolo se está aplicando? ¿Realmente existe un protocolo? Cristina Cifuentes intenta ahora hacernos creer su compromiso con los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales prometiendo leyes, pero es preciso recordar que no hay rastro de las promesas que nos hizo. Quizá haya llegado ya el momento de exigir el cese de la política del “vuelva usted mañana” y demandar aquí y ahora, de manera urgente, verdaderas respuestas a nuestras reivindicaciones. Quizá ya es tiempo de poner fin al cuento del Protocolo de la Emperatriz: Cifuentes está desnuda.

Publicado en Cáscara Amarga el 29 de agosto de 2015.

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